Soy el tipo de persona que se siente incómoda cuando la mesa se mueve, o si algún cuadro de la pared está chueco.
Cuando estoy, por ejemplo, en una cafetería, y la mesa se tambalea aunque sea un poco, me resulta tan irritante, que definitivamente no estaré tranquila hasta que ponga bajo la pata de la mesa, una servilleta doblada o algo que la nivele para evitar el bailoteo.
Lo mismo sucede cuando noto que algún cuadro o adorno de la pared, está mal colocado. Basta con que esté ligeramente inclinado para que me impida concentrarme en lo que realmente debo estar, y no estaré tranquila sino hasta que me levante y lo corrija.
Obsesión
No tengo la menor idea del momento en que comencé a desarrollar esta obsesión, simplemente recuerdo que, desde muy pequeña, me irrita mucho ese tema de las mesas inestables o los cuadros inclinados.
A veces pienso que quizá me trae algún recuerdo doloroso de la infancia. Posiblemente alguna vez, una mesa inestable me hizo tirar un vaso con agua o algo así y viví un momento muy vergonzoso, emocionalmente doloroso o humillante… no sé, algo así debió haber dejada una muy triste cicatriz en mi alma.
De hecho, cuando estoy presente y alguien tira por accidente un vaso con agua o sucede algo similar, rápidamente procuro minimizar el momento, especialmente si se trata de niños pequeños. Procuro acaparar la atención mientras alguien limpia el líquido derramado y después, intento empoderar de alguna manera al, generalmente avergonzado, individuo a quien le sucedió el accidente.
El ajonjolí que derramó el recuerdo
Justo esta mañana, mientras tomaba mi café, algo estorbó cuando puse mi taza sobre la mesa. Se trataba de un pequeño ajonjolí que se había adherido a la base de la taza.
Al levantar la taza para quitar el impertinente ajonjolí, derramé mi café recién servido.
Mi reacción automática fue insultarme cruel e injustamente, diciéndome que era una estúpida, tonta, y palabras por el estilo. Comencé a limpiar el desastre sintiéndome realmente molesta, culpable y avergonzada, aun cuando estaba completamente sola en la cocina.
Quizá me traté con las mismas palabras y poco respeto con las que en algún momento de mi infancia, alguien me trató… Y hoy, ya cercana a la sexta década de vida, aún reacciono a ese mal momento.
Procura ser prudente al emitir tus juicios ante eventos así, principalmente tratándose de niños pequeños… Jamás podrás entender el daño que podrías haberle hecho.