¿Hasta cuándo, la realidad descrita en la narración que viene seguirá vigente?, porque es tan actual, que a pesar de los esfuerzos para simular nuevas o diferentes escenografías, en el tema de la Justicia y el Estado de Derecho en México, la situación pasó de grave, pero estable, a grave con más complicaciones.
El Abogado, profesional del derecho, cuya imagen ya no goza de cabal salud como antaño, como otros profesionistas, ha visto rodar por el suelo su tradicional prestigio, por los estragos de la paulatina, pero constante descomposición social que padece este país.
Los factores preponderantes, la corrupción brutal y galopante que golpea cualquier actividad, el otro, la impunidad que ha socavado la confianza ciudadana en los sistemas de procuración e impartición de justicia.
Y precisamente el Abogado, que debiera ser garante del respeto y cumplimiento de las leyes, ahora es un actor más del teatro de la corrupción y la impunidad. Complicidad, simulación, sometimiento forzado a las nuevas reglas no escritas del procedimiento judicial, han terminado con la carrera de muchos litigantes, que han renunciado a entrar al perverso juego de la corrupción, que no exime a nadie, desde el Actuario, el Secretario, hasta Ministros, Magistrados, Jueces, Fiscales y demás servidores públicos que debieran ser paladines de la Justicia pronta y expedita como lo impone el mandamiento constitucional.
No hay proceso legal que escape a la epidemia llamada corrupción, quizá la diferencia sea solo la forma, abierta o subterránea, de practicarla, o el valor económico que representa, según la cuantía del asunto y el sapo es la pedrada. Por eso los Abogados de hoy litigan con el Código y la cartera como instrumentos esenciales en los Juzgados, Tribunales de Conciliación y Arbitraje, Fiscalías y demás dependencias que tienen que ver en el proceso judicial.
Imposible para el Abogado salir ileso en su paso por los laberintos de las ahora Fiscalías, antes Agencias del Ministerio Público, y del mismo Sistema Judicial, de la materia que sea, civil, penal, laboral y la que guste, orientados para favorecer los actos de corrupción que pervierten el espíritu de la Ley y la Justicia. Como vivir dignamente de su profesión, sin provocar una sangría al bolsillo del cliente. El caso se vuelve una cuestión ética o moral, cuando a quien se representa es un ciudadano en visibles condiciones de ignorancia y pobreza.
Otra celebración, este 12 de julio, de un profesional que actúa en instancias que lo atrapan y lo oprimen sin poder oponer resistencia, bajo el riesgo de no ser un abogado reconocido y sencillamente no poder vivir decorosamente de su carrera. “El que no transa, no avanza”, frase lapidaria que refleja el lamentable rostro del ejercicio de la abogacía, actualmente muy parecido al de otras profesiones. Porque “en todas partes se cuecen habas”
El texto referencial recuperado o reciclado de otros años, desde luego nos mueve a la reflexión, a la luz de los esperanzadores discursos oficiales, sobre el firme combate a la corrupción del actual Gobierno Federal. El pueblo mexicano espera hechos, más que palabras, y los resultados deberán confirmar la veracidad de la nueva retórica de transformación. Cambiar esa realidad que duele y agravia, es un imperativo ético y un elemental apego al principio de Justicia. Hasta la próxima.
*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.
*Miembro de la Red de Escritores por el Arte y la Literatura, A.C.