Dulce alivio. Desde esa tarde de abril del año 2020, la vida dejo de ser como la conocíamos, recuerdo las palabras de mi padre cuando tristemente llegó y nos dijo que don Genaro, el dueño de la tienda para la que había trabajado por 20 años había decidido cerrar; la pandemia hacia insostenibles los pequeños negocios, ubicada en el centro de la ciudad de México, el almacén que hasta entonces era el sustento de mi familia era una vieja tienda de ropa para caballero, trajes, camisas, corbatas e incluso para los hombres que todavía visten elegantes no puede faltar los clásicos pañuelos.
Papá es un hombre de esos chapados a la antigua, su escuela ha sido la vida en sí, desde muy joven se dedicó a trabajar, comenzó a trabajar en el taller mecánico de la familia, posteriormente encontró trabajo en el almacén, nunca estudio y nunca supimos porque realmente papá poco habla de su pasado, se casó muy joven con mamá y desde entonces ha sido un hombre de familia dedicado solamente a sacar adelante a sus dos hijos y su esposa; siempre ha sido precavido a todo cuando se casó con mi madre ya tenía ahorrado lo de la boda, había dado el enganche para la casa e incluso compro varios muebles todo lo tenía prevenido por ello quedarse sin trabajo no era la opción.
Por varios días, Arturo, mi padre, tuvo una indescriptible depresión parecía que ese espíritu de superación había sido eliminada cuando la tienda bajo sus cortinas y despidió a todos sus trabajadores, mamá como siempre lo apoyo, incluso tanto mi hermano y yo intentamos hacer algo papá no lo permitió, en el fondo era bastante orgulloso y el ver a sus dos únicos hijos salir de la preparatoria y la universidad para conseguir un trabajo no era lo que él deseara, además como dice mamá, el horno no estaba para bollos todo estaba cerrado y apenas las grandes cadenas sostenían sus negocios. Todas las noticias habían sido negativas, para mi familia y en realidad para todas las familias del país, pero teníamos algo más importante que todo, nuestra salud.
En uno de tantos días de noticias trágicas, de miedo, de incertidumbre y de tristeza, vi a mamá más entretenida de lo normal en la cocina, mi madre siempre se había dedicado a su vida familiar, estudio una carrera técnica pero nunca ejerció toda su vida la ha dedicado a nosotros, siempre le preguntamos si es feliz y ella responde que sí que no podía serlo más, era una experta para la repostería, diariamente lo que más esperábamos era el delicioso postre que nos esperaba después de la comida, todos hemos querido aprender pero realmente ella tiene un sazón culinario especial, incluso mi padre le ha dicho en varias ocasiones le ha dado infinidad de opciones para verla triunfar en su segunda pasión, pero mamá no lo desea; sin embargo precisamente ese día mi madre no salió de la cocina y después de horas encerrada en su cocina, nos enseñó lo que nos cambiara y nos traería una esperanza.
Y postrados en la mesa familiar, vi lo que era arte, porque desde ese momento entendí que todo lo que hacemos con amor se convierte en arte cuando así lo queremos, entre rebanadas de pastel, tartas caseras, galletas, trufas, helados y otras variedades, mamá encontró la solución para sobrellevar esos días difíciles por los que todos pasábamos; desde ese día comenzó el negocio familiar, mi padre transportaba los postres en el carro, mi hermano y yo hicimos la página de Facebook, en estos tiempos es fácil comercializar y mi madre encontró el dulce alivio no solo para nuestra familia sino para todos aquellos que encuentran en un postre un momento para el olvido a los problemas de la vida.