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Más de dos décadas se han ido. A la distancia, la figura infantil que representaba en mi rostro de una forma sin igual, sin rispidez ni prisas. Eran los años maravillosos que junto con mis hermanos creamos toda una clase de historias que hoy únicamente quedan en el recuerdo, de aquello ¡nada queda! 


Solamente episodios que en las tardes como las de hoy, al compás del tintineó de las gotas que desparraman las nubes vuelven a las andadas y se materializan nuevamente.


Si acaso daría mi vida por desentumir de la remembranza cada capítulo en el cual se estaba prohibido ¡no ser feliz! Eran los años de la infancia.


La preocupación no tenía cabida en nuestro escaso vocabulario que apenas iniciaba en el consentir de nuestro idioma. Eran tiempos de unión, tal como mi padre nos los inculcaba diariamente y mientras estuvo él así fue.

Sonrisas sinceras llena de ingenuidad y angelical descaro. 


Hoy evoco a todos esos niños que se fueron, o quedaron atrapados en nuestro cuerpo adulto. ¿Dónde han quedado aquellos niños que formaban equipos en torno a un balón y lo demás importaba un cacahuate?


 Hoy las canicas no ruedan ni posan dentro de un centro de una rueda gigante a la espera que con alegría se desparpajaran y fuera la delicia de los participantes.


 El tiempo ha hecho lo suyo y nuestras decisiones también. La tarde se torna gris, densos nubarrones son testigos del sentir, del que brota en cada vocablo hasta concluir en puntos suspensivos. 


Y si me preguntas ¿Dónde no está un niño? Un niño está en el cuerpo recio del adulto, en la mirada dulce del anciano que hoy disfruta de la vejez de una forma parsimoniosa y plena.


Un niño está en el alma clara y pura de mi madre, cuando a través de sus delicias culinarias la veo sonreír y con tan solo una mirada ¡sé cuánto me ama!


¡Ser niño es idealizar un mundo mejor y sonreírle a la vida!


Los niños contienen en su ser al hombre del mañana, los abuelos contienen al niño del ayer. Cuando se ve con los ojos del niño de siempre, la vida se llena de un matiz sin igual, ese niño que vive en nuestro interior tiene la magia de espolvorear la sensibilidad del amor en nuestra vida.


La lluvia ha cesado, solo el escurrimiento del líquido fluye por las guarniciones desapareciendo a la distancia. Al igual que mis palabras.


Hoy simplemente me cuestiono: ¿Dónde está mi niño interior?


Se los comparte su amigo de la eterna sonrisa.

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