Octo Octa
Muchas influencias noventeras se escuchan en el nuevo disco de la DJ británica, quien hace una mezcla amable de techno y jungle.
Hay un tono juguetón durante todo el álbum, ciertos sonidos simpáticos que sirven de hilo conductor y que comulgan muy bien aun cuando la artista transgénero se aproxima al house y retorna a ese mundo estridente con el que inició su carrera en la música.
Se trata de un trabajo consistente pero no sobresaliente, nada que transforme la música electrónica, pero si una conjunción que da para pasar el rato.
Bon Iver
Justin Vernon tiene la cualidad de dividir públicos. Siempre. Lo que parece una reconciliación con su estilo primero es a la vez una suerte de reinvención o paso al frente para alcanzar nuevas formas de conquistar a la audiencia, menos denso pero no por ello falto de ideas.
De hecho, es un trabajo muy personal y es por eso que hay una nula intención de «adornarlo», no hay más que canciones duras y directas con sonidos sencillos que muestran al vocalista del grupo de Wisconsin al desnudo. Es una producción desprovista de artificio.
Se trata de un folk de altos vuelos que no tiene ornato.
Ramona
El punk sigue dando sorpresas este año. Aunque alejados completamente de los reflectores, sus exponentes, como es el caso de esta banda de Seattle que no se anda por las ramas: conjugan todos los temas que han dominado la escena independiente de los últimos años y los cantan con una singular melancolía, no tanto del modo estruendoso propio del género, aquí hay mucha de idea de cuándo ser agresivo y cuándo exponer con calma.
Es como intentar dulcificar el punk sin caer en los excesos que motivaron a la aparición de decenas de agrupaciones que cayeron en esta contradicción del mal llamado happy punk. Imaginen a un emo con ganas de cantarle al mundo su desgracia pero sin el griterio, con armonías bien pensadas y una estructura melódica del hit comercial de comienzos de siglo. Eso es Ramona.