Tool
Los angelinos toman una ruta lenta que parece no llegará a ningún lado, pero es más un modo de representar esta larga pausa que hicieron para volver con la fuerza de una de las bandas experimentales ícono de los últimos 30 años. Sin embargo, este aletargamiento para extender el drama musical más de lo normal no funciona del todo al convertirse en una repetición de los momentos más Tool de su discografía.
Lo que la banda entrega es una muestra de que el enojo por las formas del mundo sigue ahí pero ya no es necesario demostrarlo con explosión y destellos, sino de forma tranquila, más armónica y hasta más reflexiva de los acostumbrado.
Taylor Swift
Con un disco que es más emoción que sustancia, la de Nashville se dedica a promover el amor como la solución a todo y lo hace volviendo a los temas de siempre, pero con mayor brillo y luminosidad.
La abundancia de sintetizadores dan continuidad a su lado más dream pop y trata de hacer más poderoso el mensaje que ha repetido mil veces, aunque con un tono más amplio y ganas de renovar ciertas viejas tendencias musicales ochenteras.
El disco es «un amor», es decir, no busca enemistarse con nadie ni proponer algo más que buenos sentimientos para pasar un muy buen rato.
King Gizzard & The Lizard Wizard
El «vomito» de ideas es inquietante, al parecer esta banda es tan prolífica y versátil que no tiene descanso. Eso ha llevado a una saturación de sus habilidades: los vemos jazzear, experimentar e incluso ponerse rudos, por lo que se esperaba una amplia variedad de temas en la nueva placa.
En esta «actividad de pesca» los australianos apuestan todos sus «peces» a la psicodelia cercana a la música disco, ofreciendo un disco totalmente boogie que tiene más de blues que de alucine, mostrando una versión dosificada de la banda sin que esto perjudique su enjundia característica.
El frenesí cede paso a una instrumentalización más medida, sin tanto aspaviento y serenando los ánimos con una buena dosis de jazz de escuela experimental.