Angel Olsen
Una vez más estamos ante un disco que pone en evidencia una infancia difícil y una adolescencia todavía más compleja de Angel Olsen.
Sólo que aquí no hay una visión lastimera de los sucesos, sino una visión de las diferentes caras que ha portado la estadounidense en su trabajo más personal de su carrera.
Sombrío y clastrofóbico, la faceta que más aparece en este recuento de daños es el de flok oscuro, muy en comunión con una voz a momentos rasposa y con enorme melancolía.
Es casi casi como ver una película, es un conjunto de relatos que van diciéndonos que pese a todo ese pesar, siempre hay un rayo de luz, aunque no sea tan evidente.
Los Caligaris
Que estos argentinos se repitan podría significar una buena señal, pero tras el camino andado uno esperaría mayores y mejores propuestas de su parte, y no, no hay en este disco nada que sorprenda, aunque sí mucho de ese ritmo que no permite quedarse sentado.
Harto relajo, sin duda, y es de elogiar que los años pasan y su habilidad para disfrutar la fiesta y transmitirla no cesa, aunque la pregunta lógica sería ¿en qué momento acabará tanto jolgorio?
No es que lo deseemos, está clarísimo que para la banda no hay espacio para penas, todo se trata de reír, brindar y excederse. Pasan los años y todo sigue igual.
Pedro Tirado
Es difícil saber qué impacta más, si los guitarrazos o las letras tan directas y hasta incoherentes.
Con una verborrea honesta, el chilango parece escupir a la cara una cruda realidad, esa donde somos más valiosos en nuestras redes sociales que en la vida misma.
Pero no lo hace con un tono de bohemia, ni pretende ser falso con sus exageraciones, es como una enorme burla y las golpes de sonido acompañan a modo de remate estas experiencias exhibidas con dolo.
Hasta el mismo nombre del disco nos indica que será difícil que exista un «destape», pues es más cómodo portar la máscara construida para los otros, en vez de atrevernos a ser nosotros mismos.