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El gran dilema de tener migraña en un día nublado es que no puedo sentirme molesto, ni culpar al día para estar de mal humor. Padezco problemas de ira crónicos y mal genio estacional. La primavera me causa congestión nasal y el verano migraña, pero en días neutros, con un poco sol y vientos ligeros no encuentro responsables de mi apatía. Soy un viejo que no aprendió a conservar los buenos hábitos, todos los días trabajo bajo la canícula sin protección. Al llegar a casa busco cualquier bebida fría que aliviane mi sed, sin embargo, termino tomándola a cántaros porque la sed no ha sido saciada.

Tomé un baño corto y preparé algo de comer, bebí un par de cervezas y le di algunas sobras al perro, él me miró con sus ojos negros, brillantes y suplicantes. No pude negarme. Al terminar lavé los platos sucios y mi ropa también. Colgué la ropa en el tendedero y quise maldecir la falta de sol, pero no lo hice. Deseaba que este cielo fuera el de medio día y no aquel del sol agotador y asfixiante.

De cualquier modo, dejé ahí la ropa y me senté frente al ventilador.

Bebí otra cerveza y el perro se acuesta a mis pies, acompañándome en una siesta llena de recuerdos joviales y en ocasiones pesadillas. En las pesadillas me encuentro nuevamente trabajando y el suelo arde a través del calzado. Ella lo describía como estar en el infierno bajo una lupa. Me persigue el sueño de despertar y pasar los días a su lado, el de beber café y comer juntos, verla reír de sus propios chistes y después enojarse porque nunca aprendí a ceder. La imagen de su piel enrojecida y sus ojos almendrados se convierten en mi canción, anhelo verla sentarse a mi lado a beber vino y comer galletas.

Duermo y sueño con un mundo en donde se puede elegir cuando retomar la vida desde un punto de partida, el que mejor nos convenga. Y me pregunto qué momento elegir, cómo hacerlo y cuál sería el adecuado, cuánto tiempo hay que retroceder a partir del fatídico día. Me gusta creer en que nada está escrito y que, de alguna forma mística en otra realidad ella aún vive, la imagino sentada frente al pastel apagando las velas de su cumpleaños. Abandoné ese pensamiento, y tuve que levantarme a meter la ropa por que ha empezado a llover, por fin después de meses el cielo ha comenzado a relampaguear.

¿Para qué sirve la filosofía?
Lo mató con un libro de Thomas Pynchon

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