Cada 22 de abril se conmemora a nivel mundial el llamado “Día de la Tierra” instaurado por la Asamblea General de la ONU en 1970, teniendo antecedentes con el senador estadounidense Gaylord Nelson quien tuvo a bien destinar un día para crear conciencia en torno a los problemas de sobrepoblación, pérdida de la biodiversidad, contaminación y demás temas ambientales.
Y si bien todos hemos sido testigos, ya sea de manera virtual a través de las redes sociales o por medio de la prensa y demás medios informativos, que se llevan a cabo acciones en el marco de los festejos de dicha celebración, me pregunto qué pasa un día después. ¿Sólo un día merece atención a quien llamamos “Madre Tierra”?
Para nadie es ajeno términos como calentamiento global, extinción de especies, tala indiscriminada, incendios forestales y escasez de agua por mencionar algunos, sin embargo pareciera que todos escuchamos, vemos, constatamos, lo vivimos en carne propia y lo dejamos pasar como si no nos afectara.
“Que se murieron pingüinos bebés”, “Que se desploman desde los riscos mamíferos marinos”, “Que los osos polares están en los huesos y nadan kilómetros por alimento”, “Que sin abejas nos extinguimos” “Que si el mar se ha vuelto un inmenso basurero plástico” “ Que si estamos probablemente ante una extinción masiva” “Que si el mar sube de nivel por el deshielo” … y podría seguir con una interminable lista de “Quesis” y nadie o muy pocos parecen estar inquietos ante tanta noticia ambiental tan desoladora. Es inquietante, es de preocuparse y ocuparse cada uno, con cada acción que toma desde que el sol amanece, como se dice. A título personal me da vergüenza como especie pensante, el haber ocasionado con mis actos, algún daño a los ecosistemas, porque todos somos responsables, todos, nadie escapa pues estamos inmersos en un mundo consumista, demandante y negligente con las demás especies con las que compartimos este “tercer planeta desde el Sol”. Siempre pienso cuanta perfección hay en la Naturaleza, cuanta belleza y equilibrio donde cada organismo tiene una función que realizar y una razón de ser. Y tenía que llegar el ser humano creyéndose dueño y no parte de este tejido perfecto. Entonces, muy a pesar de lo que se diga, considerando que la Tierra tiene sus propios ajustes ancestrales, insisto en que lo que ocurre tiene un origen antropogénico. Y ni para donde hacerse. Somos culpables y responsables. Muy ajeno a la profesión de Fé de cada ser humano, me asusta pensar ante quien vamos a “dar cuentas” de lo que hicimos con la creación que se nos fue otorgada solo en préstamo.
Quejarse no bastará, dejar las cosas así como están no es opción; es necesario que cada quien, en primer término se informe sobre la situación ambiental actual, que en consecuencia adopte actitudes que sean amables con el entorno, que preserven la vida, que sea orgánico en lo posible y que opte por evitar plásticos, usar energías alternativas, separe y reutilize los desechos que genera y tenga una absoluta consideración y respeto para todas las formas de vida. Se nos ha dicho hasta la saciedad: Camine, use bicicleta, cierre sus llaves bien, cuide de que no haya fugas, recicle, deje el lugar que visite mejor que como lo encontró… y un sinnúmero de ruegos y sugerencias más y la pregunta es si realmente lo llevamos a cabo. ¿Cúantos? ¿Cómo?
El día de la Tierra no es sólo cada 22 de Abril, es todos y cada uno de los días y momentos que transcurren en éste, el único planeta habitable que se conoce hasta el momento. ¿O acaso tenemos algún otro?. Por hoy, no. Actuemos pues.