Siento que me observan, hago mi viaje sin escalas, sintiéndome nada, dejándome llevar por los recuerdos, los que hilvanaron los poemas que le dan vida a mí sentir, la misma magia que me transporta al medievo y encuentro calabozos y dragones y lucho despiadadamente.
Miro para todos lados mientras un tintineo me sobresalta, y vuelvo a buscar a dónde está esa fuerza que me atrae, pero que no logro verla, nuevamente siento que alguien me espía y me ve desde lo lejos. ¡Y si, allá está espiándome como cada noche!, cuando su luz refleja mi sombra, renunciando a mis fantasías, a las ilusiones que marcaron una etapa de lucidez en mi vida, o quizás, de tanta locura a la hora de crear mis escenarios donde me convierto en lo que difícilmente pudiera yo describir.
Y la admiro una vez más, escasamente se puede observar, semeja a una diminuta uña en medio de las sombras, con su color marfil, dejando rastros de belleza en el firmamento. Y lo dejo todo desprendiéndome de la sinrazón, cerrando los ojos y apretándola a mi cintura, danzando en medio de tantas y tantas estrellas que hacen mi propia constelación. Y me percato que desde un resquicio de la noche me espía mi luna…
Edgar Landa Hernández.