Tomar un café juntas y hablar contigo frente a frente, es una situación que jamás imaginé que podría suceder. De mujer a mujer te digo, gracias por contactarme, gracias por esta oportunidad para que sepas realmente quien soy… gracias por ayudarme a entender.
Los primeros contactos que tuvimos fueron tan superficiales, y a la vez, capaces de dejar heridas tan profundas que algunas de ellas, aún con el paso de los años, no han dejado de doler. Nos enfrascamos en batallas absurdas sin saber realmente nuestra posición, tan sólo fuimos piezas manipulables en un tablero de ajedrez emocional en el que el único que se regocijaba, era el rey, al que cada una quería proteger y defender a toda costa, hasta que entendimos que, en ese tablero de juego, hay más piezas con movimientos que a veces, son muy complicados de entender.
El manipulador
Las mismas estrategias que usó contigo, las usó conmigo, y con ella y con aquella… y con tantas y tantas más. Las mismas palabras, las mismas miradas, los mismos chantajes… todo lo hace al pie de la letra, tiene muy bien aprendido el guion. «Eres la mujer de mi vida», «a nadie había amado como a ti»… un café por la mañana, un erótico masaje en los pies, secarte el cabello después de la ducha, un «nunca sueltes mi mano», «yo siempre te voy a esperar»…
Y cuando llega el inevitable momento de ser descubierto, recurre a su hábil postura de «lo lamento, nunca fue mi intención hacerte daño», «esa otra mujer está loca», «es ella la que no me deja en paz»… y termina usando uno de sus mejores actos titulado «si me dejas ya nada me importa, si me dejas, me voy a matar».
Pero ¡qué fácil fue caer en su maldito juego!… ¿en qué momento nos dejamos estafar?
Fuimos vulnerables… somos mujeres… hoy somos fuertes
Un corazón roto, un recuerdo doloroso, un episodio de la vida que no se ha podido resolver. El manipulador sabe elegir bien a sus víctimas, siempre buscará que sea alguien emocionalmente vulnerable y fácil de convencer… él nunca aceptará sus errores, no le gusta perder, siempre culpará a los demás… «me dejaste mucho tiempo sólo»… esa frase, amiga mía ¿te resulta familiar?
Hoy podemos vernos frente a frente y directo a los ojos, y es como vernos al espejo y reconocernos, es darnos cuenta que no hay razón para atacarnos pues, junto con muchas otras, fuimos parte de su colección de víctimas… nos fue envolviendo poco a poco, y sin darnos cuenta en el momento, nos dejamos engañar.
Al tomar la decisión de abrir los ojos y aceptar que nos equivocamos, y que dejarnos enredar fue nuestra responsabilidad, volvemos a levantar la frente, reconstruimos, cada una, nuestro proyecto de vida con alegría y dignidad y entonces, con el alma fortalecida, extendemos nuestras alas para poder volar. Es verdad que nos equivocamos, pero también nos supimos perdonar.