De la peluquería a la barbería.
Las peluquerías han sido durante mucho tiempo un espacio de encuentro para la comunidad, un sitio donde se compartían historias y se creaban relaciones duraderas. Sin embargo, en los últimos años se ha popularizado un nuevo tipo de establecimiento: las barberías.
Anteriormente, mis hermanos y yo éramos “peluqueados” por el gran amigo y compadre de mi papá, Hugo Castañeda. Que en paz descanse. Su centro de trabajo se ubicaba en el centro de nuestra ciudad, Xalapa, Veracruz, justo en la calle de Lucio, a escasos metros de la Chocolatera, “La locomotora”. La peluquería se llamaba “Jockey Club”
Era yo un párvulo cuando de la mano de mi padre llegábamos al establecimiento de su compadre y tras previo y efusivo saludo era yo depositado en un gran sillón que giraba, y por supuesto, debido a mi tamaño, le ponían encima un bloque de periódicos para que quedara yo más alto y no se le dificultara al peluquero cortarme mi cabello.
Antes de iniciar este ritual, tomaba yo una revista de archi y sus amigos, y mientras me dejaban como artista de cine, yo le daba un repaso a la lectura de esta singular revista.
Hoy las peluquerías ya no son lo que eran antes. Hoy predominan las llamadas barberías. Con estilo rudo y juvenil atendidos por personajes cubiertos de tatuajes en sus cuerpos, piercings y otras perforaciones. Sin recato alguno de ingerir cerveza o licor mientras se realiza el trabajo. Hoy no hay revistas para leer, lo actual son videos que se proyectan a través de una gran pantalla. La decoración es de tono oscuro, muebles rústicos, así como la escenografía digna de una película de terror.
Las barberías han atraído a una audiencia diferente. Han revivido la tradición de los barberos, con sus navajas afiladas y sus cortes precisos, y han atraído a hombres de todas las edades que buscan un cuidado personal más especializado.
Pero aunque las barberías están en aumento, no podemos olvidar el valor de las peluquerías. Recuerdos que durante décadas fueron el lugar donde las familias iban a cortarse el pelo. El ambiente relajado y acogedor de las peluquerías no puede ser igualado por las modernas barberías. ¡A qué tiempos aquellos!
El tiempo prosigue su marcha, Todo evoluciona. Y mientras me realizan el corte ruego a dios porque no se les pase la mano y salga volando una de mis orejas.
Se los comparte su amigo de la eterna sonrisa
Edgar Landa Hernández.