La Ciudad no duerme, prosigue su curso. Duermen sus habitantes, sus autoridades, y todo aquel que no cesa por crear en su entorno intereses mezquinos únicamente viendo su bienestar. La vela cada vez tiene menos cera, arde de más y se desgasta en un abrir y cerrar de ojos. No le queda mucho tiempo sin embargo, continúa dando la luz que emana de ella.
Llega el hastío, la incertidumbre de cuál ruta tomar, de desgarradoras confesiones hasta el punto de colgar todo, las ideas, la pluma y los guantes. No proseguir de esta manera. Aparecen máculas a mi alrededor, me atosigan, me cuestionan, se apoderan de mi ser creando mundos subalternos que aunque ya sé que no son los correctos me adhiero a ellos y por fin caigo en sus redes.
Y de nuevo busco esa luz, la que me ha acompañado desde aquella noche en que todo se desvaneció. Es en vano, se ha ausentado y junto con ellas mis ganas de todo, de nada. Hoy se con certeza, que hasta mi sombra colorea y deja en duda mi consciencia.
Hoy busco en la ciudad una realidad no efímera, una que concretice cada pensamiento, cada obra que permanezca en ella un legado. Dejo apegos, me vuelvo ligero, mudo ante las injusticias, simplemente me convierto en un espectador más, como todos, todos los que aún dormimos y nos da miedo despertar del letargo en el que nos encontramos, si tan fácil que fuera decir y hacer en pro de los demás, otra cosa sería.
Llega el hastío y junto con ello las preguntas sin respuestas, ¿existirá la eternidad como tal? ¿En qué universo me encuentro?
Quisiera no dejar llegar al fondo, no transportarme por la entropía de mis alucinaciones. Es entonces cuando llega el hastío.
Busco el estado de paz, el momento para poder brindar por lo que tengo, lo que soy, por la familia y por los amigos que a la par hacen de esta aventura una odisea. Hay tanto odio allá afuera, garras feroces que arremeten sin piedad.
Como decía Rilké en su obra:
“Guardé silencio en la presencia de lo eterno”.
Hoy guardaré silencio, mientras el hastío es mi compañero.