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Cuando el alma sangra. 10 de agosto del año 2018, mi novio y yo nos encontrábamos recostados en la cama de una habitación de mi casa, viendo una película de terror como de costumbre lo hacíamos, esperábamos que se hiciera de noche, pues desde meses atrás habíamos planeado estar juntos en la fiesta del pueblo que celebraban ese día.

Él estaba un poco serio, intentaba besarlo y me rechaza, fue entonces que pregunte que pasaba, ¿es que no estas contento? –Pregunté- pero solo agacho la cabeza, ¿Qué pasa? – Pregunté una vez más- y entonces contesto “no puede estar contigo hoy, tengo que ir casa” la rabia y la tristeza invadían todo mi cuerpo, la desilusión tan repentina de sentir que todo lo planeado se iba a la basura me hizo estallar en lágrimas, ¿Por qué no? ¿Y nuestros planes?, la habitación se llenaba de preguntas, a las cuales les llegó la respuesta más tonta e inesperada; “tengo que trabajar”.

Luego de un rato de discusiones y aseveraciones de lo que teníamos planeado, finalmente decidió quedarse a pasar la noche conmigo, me sentía feliz.

Se llegaron las ocho de la noche y ya era tiempo de bajar al centro del pueblo a disfrutar de la fiesta, llegamos al lugar, tomamos un par de copas, disfrutamos del baile que cada año se realizaba, pero de manera inesperada; comenzó a llover, corrimos bajo la lona de un puesto de feria para cubrirnos del agua, pero no fue suficiente, terminamos mojados de las rodillas hacia abajo.

Pensé que ya era hora de irnos pues estábamos mojados, entre las gotas de lluvia veía volver mis ilusiones de ir caminando a casa abrazados entre las calles adornadas por la oscura noche, llegar a casa y comernos a besos, como hacía ya tanto tiempo que no lo hacíamos, vámonos a casa – le dije- estamos muy mojados y tengo mucho frio, pero el contesto – quiero ver a un amigo para saludarlo, vete a mi casa y en un rato te alcanzo- así se hizo, me dio las llaves de su casa y entonces comprendí que mi sueño de ir casa juntos se había perdido, pero no todo corría con la misma suerte, aun  estaríamos juntos en la cama.

Llegué a su casa entre las doce de la noche, me quité la ropa para esperarlo entre las cobijas de la cama, por las copas que había bebido no me di cuenta de a qué hora me quede dormido,  desperté, tome el teléfono para ver la hora, eran las cuatro treinta de la mañana, el alma me comenzó a sangrar, por mis mejillas corrían tantas lagrimas como gotas de lluvia habían caído, me asomé a la calle con la ilusión de verlo venir, pero nada, las calles estaban solas, el alma me sangraba cada vez más, mientras los minutos pasaban mi alma se desangraba, y aquel a quien tanto amaba, había dormido con alguien más.

El sol salió, alumbraba con tanta pena, hacia aquel chiquillo que había estado en vela esperando a un amor que no llegó.

Con destino al cielo
El sueño de cantar strikes en los Juegos Olímpicos

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