Tu vida va de perlas, tienes amistades y relaciones inolvidables, estás por terminar tus estudios, a un paso de cumplir tus objetivos, ¡qué vida tan maravillosa! Pero de repente tienes que parar en seco, te topas con la realidad, te sientes con muchas frustraciones, angustias e inseguridades. Tienes una gran desilusión por la vida, el sistema y el mundo, te invade la nostalgia, en tu mente te repites: “Como extraño la secundaría, eso si que era vida”. Pues no eres la única persona que pasa por eso, esto es una crisis post adolescencia muy común, algunos psicólogos le denominan crisis de un cuarto de vida.
Es un período de colapso mental que ocurre entre los veinte y treinta años, la razón más común es por la inhabilidad de funcionar fuera de la escuela u otros ambientes estructurados, como la familia o grupos sociales bien definidos hasta el momento. Suele ocurrir al terminar los estudios universitarios, cuando debes salir al mundo de los “adultos”; un mundo competitivo y poco compasivo. Hasta el momento sabías lo que se esperaba de ti, todo estaba cuantificado y medido, sabías que tenías que sacar buenas calificaciones, conocías que tenías un período vacacional fijo, tus amistades tenían los mismos intereses e inquietudes. Pero ahora no sabes cómo funciona el mundo.
Sobre la duración, es común entre los 21 y 29 años, en algunos casos se ha visto que se puede extender hasta cercanos los 35. Es una crisis vinculada con la madurez y solo hay dos maneras de pasar por esta etapa: Estar lleno de angustias o reaccionar.
¿Por qué ocurre la crisis de cuatro de vida?
Intervienen factores de diferente índole que pueden determinar el que lleguemos a pasar por esta etapa, podemos clasificarlas de la siguiente manera:
Lo psicológico
La tendencia a radicalizar las ideas tales como el cambio o el abandono puede que nos vuelvan más irritables. Las exigencias del “mundo real”, que nos imponen un estándar de responsabilidades que no estamos preparados para asumir y pueden provocar estrés, aburrimiento, inseguridad, miedo… y la lista puede continuar, pero la más grande es la ansiedad. Además de que a esta edad muchos experimentan con sustancias que duermen los sentidos, tales como el alcohol, “el gallo”, hasta drogas más fuertes y ansiolíticos, que al pasar sus efectos anestésicos solo hacen ver peor la realidad. Neil Gaiman en uno de sus libros escribió: “No echo de menos ser un niño, pero echo de menos el placer que me producían las pequeñas cosas, por más que las importantes se estuvieran desmoronando”. Esta nostalgia por la vida anterior puede ser un catalítico más para este sentimiento que se manifiesta en ti.
Lo biológico
Las hormonas adolescentes, causada por la bastarda de nuestra amígdala ya se han calmado y ahora hay mayor estabilidad, además de que la corteza prefrontal se termina de desarrollar, está es la parte que nos hace humanos, en ella se presenta toda la información que no está en el medio ambiente, una de sus tareas es contener impulsos y controlar nuestras emociones.
Lo emocional
No nos damos cuenta de que estamos creciendo y la manera de ver el mundo ya no es el mismo, a eso se le llama madurar, entonces tus necesidades y emociones ahora son más complejas. Pierdes el interés de establecer relaciones superficiales y sin valor emocional, estás en búsqueda de un vínculo emocional de larga duración y estabilidad, que se puede manifestar en el deseo de formar una familia.
Lo social
Las amistades y compañías ahora son más selectivas, otras más se diluyen por completo. Empiezas a tener una carga sentimental acompañada de decepción, desencanto o desengaño hacía relaciones sociales. Empiezas a ver a tu alrededor que algunos empiezan a casarse o criar hijos, y las pocas amistades que quedan les dedicamos menos tiempo del que nos gustaría por las circunstancias propias o ajenas.
Lo profesional
La realidad del mundo profesional es decepcionante, llena de incertidumbre, inseguridad e insatisfacción. Tienes un sentimiento de no ser lo suficiente bueno o capaz para encontrar un buen trabajo que se adecue a tu preparación académica. En el mejor de los casos que si hayas tenido las condiciones de encontrar un empleo, siempre vas a aspirar a un mejor puesto, mayor sueldo, mejores horarios, menos estrés y para conseguirlo puede suponer mayor tensión y preocupación.
¿Existen otros factores además de los descritos? Si, lamentablemente para los países de Latinoamérica puede ser más angustioso, debido a las crisis económicas, sociales y políticas que atraviesan cada uno de nuestros países. El desempleo, la baja movilidad social y la falta de oportunidades han hecho que muchos jóvenes retrasen su entrada a un rol adulto y han provocado que su independencia y autonomía económica tarden en llegar.
¿Tiene solución?
Un estudio de la Universidad de Greenwich (Londres) entrevistó a 1,100 jóvenes y 80% de ellos admitió que esa experiencia les sirvió de catalizador e incluso lo recuerdan como una experiencia positiva. El psicólogo a cargo de este estudio señaló que incluso puede reducir el riesgo de sufrir una crisis de la mediana edad después.
Estas crisis no son malas, son momentos en los que podemos comunicarnos con el tiempo, hablar con nuestro pasado para ver qué hemos conseguido y darle un vistazo al futuro para preguntarnos qué queremos lograr. Vienen tiempos difíciles, pero ¿Cuándo han sido fáciles? No existe un momento perfecto, así que cualquier momento es bueno para empezar a darle un orden a nuestra vida. Los tiempos duros se acaban, el dolor es pasajero, pero la gloria es eterna, la memoria es para siempre. Si tuvieras que vivir la misma vida eternamente ¿Vivirías con miedo o con esperanza?
Francisco, tus palabras me llenan de motivación porque precisamente estoy pasando por una de esas crisis en estos momentos. La vida del joven adulto no es como la pintan en televisión y eso muchas veces nos lleva al desencanto, al menos es mi caso. Sin embargo, luchar y seguir adelante es lo mejor que se puede hacer.