La razón del descontento ciudadano hacia los partidos políticos y la clase política en su conjunto, no es un asunto de voluntades políticas abstractas, sino de fallas estructurales de un sistema político, que ya no es capaz de responder a las exigencias democráticas de una sociedad plural y más participativa.
Descontento que ante la falta de mecanismos constitucionales de control ciudadano sobre los actos u omisiones del poder público, propicia manifestaciones de rechazo social en las calles, cada vez más violentas y reiteradas.
¿Cuál sería una solución para superar esa brecha cada vez más amplia, que separa los intereses de la ciudadanía con los de la clase política insertada en los diferentes partidos políticos? ¿Acaso desechar a los actuales partidos para crear otros?
La respuesta estaría en una transformación del régimen político, (transitar del presidencialismo al parlamentarismo, por ejemplo); o bien, modificar el entramado de las reglas del juego político electoral, que define el peso de cada partido político.
Dentro de todo sistema político democrático debemos distinguir tres subsistemas: el subsistema electoral, el subsistema de representación política, y el subsistema de partidos políticos.
El primero tiene que ver con la forma de elegir representantes (mayoría simple o absoluta, representación proporcional) y la forma de repartir lugares (uninominal o plurinominalmente). En este subsistema están las reglas del juego (leyes electorales) y los actores participantes (autoridades electorales, partidos políticos, organizaciones, ciudadanos, etc.)
El segundo lo componen los órganos constituidos (parlamentos o congresos) cuyos miembros ostentan la representación ciudadana, y fueron electos mediante las reglas del subsistema electoral.
El tercero se define por la conformación de los partidos políticos, así como la forma en que éstos se constituyen, y el grado de influencia que cada uno ejerce, lo cual condiciona si el subsistema es monopartidista, bipartidista, pluripartidista, etc.
Los tres subsistemas se interconectan y se influyen el uno al otro.
Así, el subsistema electoral influye en el subsistema de representación política; y a su vez, el subsistema de representación política, determina el subsistema de partidos políticos.
¿Cuál es la razón?
1.- Las reglas que componen el subsistema electoral, es decir, la forma de elegir y de repartir lugares, determina la correlación de fuerzas políticas representadas en el Congreso; ésta a su vez, sería más o menos el reflejo de la correlación de intereses ciudadanos que interactúan en la sociedad. La fórmula V=L de todo sistema político democrático, significa que el porcentaje de VOTOS obtenido por un partido político, debe traducirse en igualdad de porcentaje de LUGARES ocupados por éste en un Congreso.
2.- A su vez, la correlación de esas fuerzas políticas insertadas en el subsistema de representación política define la composición del subsistema de partidos. En México nuestro modelo ha sido tradicionalmente tripartidista y no pluripartidista, como se pensaría. Ya que no es la cantidad de partidos formalmente registrados, sino su grado de influencia en el subsistema de representación política, lo que condiciona su modelo.
Si tenemos tres partidos mayoritarios (MORENA, PAN y PRI) es porque éstos predominan en el subsistema de representación política.
Y predominan en esa forma, porque las reglas del subsistema electoral así se los permite. ¿Y cuáles serían algunas reglas que permiten eso, y que tendrían que modificarse?. Citaría las siguientes:
1.- Un sistema de representación proporcional que no combate la sobrerrepresentación, y que se representada por la fórmula V<L, donde el porcentaje de lugares obtenido por un partido político en los poderes legislativos, es mayor al porcentaje de votos obtenidos en la elección correspondiente.
2.- La existencia de cláusulas de gobernabilidad insertadas en las legislaciones electorales, que propicien una mayoría partidista “estable” por voluntad de la ley, pero no por voluntad de los ciudadanos.
Son ese tipo de reglas las que propician el alejamiento de los partidos de los ciudadanos. Pues a los partidos les basta con asegurar un porcentaje mínimo de votación, para asegurar su cuota de poder.
Podemos concluir, que los primeros cambios deben darse en el subsistema electoral, para de ahí generar un efecto dominó, que otorgue mayor legitimidad democrática en los órganos de representación política; y se propicie que los partidos políticos se vinculen realmente con la ciudadanía, al jugar éstos el rol que les corresponde de acuerdo a su peso real en las preferencias ciudadanas.
No basta entonces cambiar de partidos políticos, si las reglas del juego electoral son las mismas. Es necesaria una reforma electoral de fondo, que vaya más allá de los parches legislativos, que hasta ahora no han servido para fortalecer la legitimidad democrática de nuestro sistema político.
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