Me ha dolido en el alma no saber de ti.
Te fuiste, y no sólo eso, te alejaste de mí.
¿Por qué este sentimiento que yo tenía guardado no lo he dejado salir?
Se fue guardando, dejando de respirar,
Por consiguiente, este sentimiento se fue pudriendo.
Solo, que en ese estado de putrefacción, tuve que asear mi corazón.
Si, limpiar cada rincón de él.
No quería que de la nada aparecieran gusanos.
Imagínate, una plaga que da asco.
Yo no quiero eso dentro de mi ser.
Hubo rincones difíciles de barrer, pues había muchas partículas de polvo cargadas de recuerdos y sí, me hicieron estornudar, y ¿por qué no decirlo? me provocó tal alergia que mis ojos rojos se pusieron.
Trapear, tuve que trapear, para eliminar todo ese polvo, hecho de momentos hechos trizas.
Lavar, mucho lavar. Lavé las paredes, los pliegues y cada espacio que llegaste a ocupar.
Tuve que desinfectar cada llaga en mí, que fue provocada por cada una de tus palabras hirientes.
¿Recuerdas cuando me preguntaste, en qué parte de mi corazón te encontrabas? Te respondí que donde tu quisieras alojarte, y te di mapa de él.
Ocupaste cada cuarto que estaba disponible, un día ocupabas uno, y al siguiente, otro. Siempre llegabas con los zapatos sucios, y dejaste huella en cada habitación.
Aprendí que los espacios sagrados, deben respetarse, y quitarse el calzado antes de entrar es una forma de no transgredir un lugar tan íntimo. Por eso, si alguien te deja entrar a lo más sagrado de su ser, no ensucies nada, deja afuera el lodazal que traes en tus suelas. No debes pisotear con lo mas sucio de ti a aquello que te fue dado en confianza.
Y ya he terminado de purificar mi espacio, no quedó rastro de ti, mi último inquilino.
He cambiado mis reglas, acá ya nadie entra sin referencias.
Corazón vacante para quien pague en tiempo y forma alquiler.
