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Cuando en Hollywood preguntan por alguien que pueda hacer con buena mano una película de vaqueros el nombre de James Mangold seguro aparece de primero en cualquier listado. No es un hombre al que podamos señalar como un autor total, pero sus obras, sin duda, siempre se inclinan por referenciar al western y lo hace muy bien. Cop Land, Walk the Line y Logan son algunos de los filmes en los que podemos ver cómo aborda las tramas con un tratamiento similar: todos sus protagonistas tienen la esencia, porte y gallardía de aquellos montados del viejo oeste. Ford v Ferrari tiene exactamente esta misma estructura.

Dejemos de lado el ridículo nombre con el que “Contra lo imposible” llegó a Latinoamérica (lo imposible es que podamos ponerle títulos a las películas y que no parezcan nombres de telenovelas): el filme nos sitúa en el momento en que la compañía fabricante de autos Ford decide incursionar al mundo de las carreras tras una negociación fallida con Ferrari. Para poder competirle al tú por tú a la marca italiana contratarán a dos hombres con personalidades opuestas pero que saben hacer equipo para lograr lo que nunca nadie pensó se podría realizar.

Mangold tiene un común denominador que permite que sus filmes luzcan: energía. Y estudia muy bien donde focalizarla y cuándo utilizarla. Con esto en cuenta, es notorio que sus esfuerzos se centraron muy bien en la edición, privilegiando la personalidad de sus protagonistas y consiguiendo que las carreras sean un verdadero espectáculo que consigue ponernos al filo de la butaca aun cuando la mayoría sabe el desenlace de la historia, o la intuye.

Está lejísimos de ser una película perfecta o de una propuesta seria, pero es divertidísima, emocionante y se permite fluir con la gracia de un jinete en pleno dominio de su caballo. De hecho, tan apegada está al formato vaquero que los equinos son sustituidos por autos veloces. Lo que no cambia es esta actitud desafiante y explosiva el personaje de Cristian Bale, un pinche maldito demonio en esto de las interpretaciones, quien encuentra en Matt Damon la comparsa ideal para hacerlo lucir.

Sí, hay mucho de fórmula en “Contra lo imposible”, pero el cineasta lleva la trama al límite, como si fuera un auto de carreras, cuando decide correr a tope sólo le vemos el humo y esa forma de jugar con la adrenalina la hacen muy muy efectiva. El gran pero está en los cambios de velocidades y cuando mete freno. Para hacerlo recurre a los personajes secundarios, quienes rompen todo el vértigo con frases triviales e intervenciones forzadas. Con quien más usan este recurso es con Noah Jupe, quien interpreta al hijo del piloto Ken Miles y que aparece durante la última hora del filme de vez en vez para mostrar cara de asombro y señalar lo evidente.

Mangold se atreve además a jugar al misterio de modo innecesario, tratando todo el tiempo de poner trampas argumentales para aumentar nuestros interés, jugarreta que no hacía falta pues el armado prodigioso del filme es suficiente para tenernos cautivos, aun si no tuviéramos una maldita idea de cómo funcionan los autos, ni detalles técnicos, ni nada sobre el mundo del automovilismo.

Lo que “Contra lo imposible” hace para el mundo de las carreras es mostrar porque estos hombres son verdaderos deportistas y la importancia técnica y tecnológica de estos eventos para armar los vehículos en los que nos movemos todos los días. Lo mejor, lo hace un modo entretenido y a toda velocidad.

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