Observé mi rostro en el reflejo del espejo, y me llené de rabia. No supe en que momento decidí convertirme en esa grotesca caricatura que me miraba con lástima, decepción y desprecio.
Entonces sentí tanto coraje que decidí corregir el daño que yo misma mi había hecho. Ya no había tiempo para hacerme la víctima y señalar responsables. De nada servía buscar culpables para tratar de justificarme.
La imagen que tanto me incomodaba, esa que parecía burlarse de mí desde el interior del espejo, era el resultado de decisiones erradas, de excesos absurdos, de faltas personales de respeto.
Reconstruyendo los hechos
No me di cuenta de la manera en que poco a poco me fui saliendo del camino. Y aunque el pasado ya no tiene remedio, pues ya no puedo modificarlo, supe que tenía que hacer un análisis de mi historia, una reconstrucción de los hechos, y eso me daría la posibilidad de cambiarles el concepto.
Tomé una pluma y un cuaderno, y comencé a escribir algunos recuerdos. Buenos y malos momentos, sin orden ni tiempo. Fui escribiendo cada idea, cada situación, según iban apareciendo.
Escribí lo que había vivido y los sentimientos que me provocaba cada recuerdo. Algunos me traían sonrisas, otros muchos, dolor en el alma y arrepentimiento.
Un recuerdo me llevaba a otro, y yo seguía llorando y escribiendo. Poco a poco se fueron entrelazando y empecé a comprender mis miedos actuales, mis reacciones violentas y hasta pude encontrar, bajo los escombros de esos sentimientos, uno que otro deseo que se había quedado pendiente. Muchos de mis sueños que, sin darme cuenta, se quedaron dormidos.
Reciclando el pasado
Sé que aún quedaron pendientes muchos temas y momentos. Algunos los evité intencionalmente, ya los analizaré en otro momento cuando me sienta emocionalmente más fuerte. Hubo otros que llegaron tarde o ya fuera de contexto, y otros tantos que, definitivamente, sentí que tengo que dedicarles un poco más de tiempo.
Todo comenzó a tomar sentido cuando caí en la cuenta de que fueron mis decisiones las que han ido marcando el destino.
Y entonces decidí perdonarme por el tiempo mal invertido, y busqué darle sentido a cada error cometido, encontrando paso a paso, algún aprendizaje positivo
Y así, transformé los que creí que eran fracasos, en lecciones de vida, para dirigir, con mayor inteligencia, mis próximos pasos.