Sandra, se levantó y corrió al armario, debía vestirse rápido. En su teléfono vio al despertar un mensaje de su prima Maribel. Su tío Agustín estaba internado en el hospital, a causa de una severa crisis por un mal digestivo, que lo acompañaba a todas partes, desde hace un buen número de años.
Agustín rebasaba los sesenta años y con una salud minada, continuaba en la necedad de vivir bajo cualquier condición, y postergar por el tiempo que fuera, la fecha del viaje al más allá.
Para Agustín, esta vez fue diferente a las anteriores. Con el miedo reflejado en su delgado rostro, había llegado al área de urgencias del nosocomio público. La sala de espera mostraba un desconsolador ambiente, no había algún asiento disponible para esperar a recibir atención.
La cantidad de enfermos y acompañantes llenaban el espacio y eran la evidencia del aumento demográfico y las nuevas exigencias de la población a las instituciones que se ocupan de la
salud.
Hacía dos décadas que el Tío Agustín no les daba algún susto.
Iba Sandra en un taxi dirigiéndose al hospital, mientras en su cabeza, recorría otra vez la película
del drama familiar, provocada por la ya anunciada enfermedad intestinal del pariente.
La sinuosa temporada que tuvieron que pasar transitando entre la ciudad de México y el apacible pueblo de Veracruz, que había elegido para vivir. Su caso, muy cercano al desenlace trágico, en aquellos primeros años de este siglo, habría ocasionado los más variados comentarios y opiniones dentro de los muros del gran hospital de Tlalpan en la capital mexicana.
El interés subió a tal nivel, que sería requerido por un equipo médico para un proyecto de investigación
sobre el extraño padecimiento en un momento diagnosticado, Síndrome de Encefalopatía mioneurogastrointestinal (MNGIE, siglas en inglés).
El destino de Agustín, cambio el curso de su vida. Algo lo mantenía en este mundo, para continuar con un recorrido incierto. Sin embargo, siempre repleto de más experiencias y la oportunidad de seguir activo en tareas, que después irían apareciendo, junto a la grata satisfacción de estar más tiempo con la familia y los amigos.
Agustín, en el más reciente episodio, percibió una señal de alerta en su cuerpo. Se deshizo de la sensación de estar en peligro.
Olvidó las acechanzas de la muerte, y solo permitió que el miedo natural estuviera en sus adentros. Imposible aislarse o rehuir los dramas y las caras tristes o preocupadas, de los visitantes involuntarios de urgencias, una zona de riesgo del hospital.
Jamás se piensa en pisar alguna vez el lugar, menos ser paciente frecuente. Solo son constantes los
perfiles de las personas de la tercera edad.
Un episodio desafiante, breve, aleccionador y también revelador. Cada quien opina, de acuerdo con su propia experiencia. El servicio médico en Ia clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social, fue diligente y eficaz.
En razonable tiempo se cumplieron las fases del proceso de atención al paciente. Valoración, atención,
ejecución de procedimientos indicados y al final la ubicación en la cama de un pabellón, con las condiciones necesarias para continuar en observación y seguimiento, hasta la orden de salida o alta del hospital.
Eso sucedió en tres largos días, complicados más por la pausa que impuso la conmemoración de la
Semana Santa. Notorio el relevo generacional en el personal hospitalario, sin afectar la dinámica del servicio. Tampoco fue visible la falta de insumos y medicamentos.
No hay queja, al contrario, reconocimiento al trabajo de esa noble institución mexicana de salud. ¡Te salvaras del rayo, pero no de la raya!, dice el refrán popular, mientras con la muerte a cuestas. Hasta la próxima.
*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.
*Miembro de la Red de Escritores por el Arte y la Literatura, A.C.