Sentado en una roca, con los pies entre la velocidad del rio, se puede sentir que puedes y no quieres; eso repercute en el orgullo.
Tuve una única plática con ella, me reveló su partida. Mujer, niña, joven, que cabalga todos los senderos. Alejada de casa a los quince años, adiós al padre, adiós a la madre, en los oídos puede resonar fatal, tomar a la lejanía por familia, para ir a instalarse en algunos de los tantos oficios existentes y considerar a ese primer trabajo el destino de tu personalidad.
En aquel novedoso punto de libertad, conoció el cómico destino del amor, ese tipo de amor que brota como el pus de una herida generada por las ordenes laborales. La novedad es generadora de afecto en lo desconocido, la experimentación es parte continua de todos los intentos por vivir, el narrador que antes fue escucha, permanece inmóvil soñando real lo mencionado por los labios dolientes, ha dicho que él quiere permanecer en esa técnica, en donde los escritores, que desean tener en sus libros una imagen de impacto, utilicen los cadáveres que nadie se atreve a sepultar. El escritor, gasta sus noches, queriendo igualar la realidad exterior en el interior de sus páginas, algunos pueden llegar a prometer algo. Así fue como me introduje en la vida de esa viajera y con ello, en su no aceptada relación romántica.
Los romances en su mayoría son la manía y el resultado de un faltante, el gusto insensato de la humanidad por el calor ajeno; es la rescritura de una mala frase que nos lleva al equivoco, pero a ninguna persona se le puede evitar conocer los fracasos turbios del peligro, del goce, de aquel beso oculto que fue robado y acelera el motor viejo y cansado. La más reducida mirada, sonriendo con admiración a la seducción, es parte de las imaginables incitaciones en las que vivimos los pecadores amorosos, de los perpetradores del cosquilleo.
La nausea
después del coito,
gotas de roció colgantes,
fertilizando los pastizales.
Intente saber, rebuscar por su memoria, las formas, que el otro hombre, utilizó por estrategia, pero ella fue fiel a esa batalla antes peleada y guardo los procedimientos a su recuerdo. Pestañeando, las lágrimas soltaron a través de sus labios una frase.
“Pertenecí a la seducción de ese hombre”
Tiempo después transcribí su preocupación y el resto de su historia. Al leerla, en mi imaginación puedo verlos en el beso, una pasión que se abraza al nerviosismo del descubrimiento; bajo estos términos, los que se arriesgan, deben estar saboreando en la lengua el plan de escape, ir preparando los remedios contra la suave mordedura que ha dejado inundada de veneno el adversario contrario. El fatal hallazgo de esa marca emocional puede despertar el caos y a todos los fantasmas dentro de la mirada.
La adivinación, ese poder natural de los seres humanos, se puede identificar en la circunferencia de los ojos, que es en ciertas causas el resultado del encubrimiento del olvido, junto a los parpados van las historias; la primera pelea, el enfrentamiento de la enamorada con la esposa y, en este punto la lucha no es narrable ya que debemos permitirle al imaginario, el riesgo de llenar sus deseos con la destrucción.
Para que esta portada de libro sea útil, se recomiendan tres meses de separación, regresar aquí, volver a leer y dejar de ver tu escritura con los ojos del deseo.
Paternidad Literaria TrodosMercado