Mis hijos, ahora ya adultos, son cada día más libres e independientes. Obviamente ellos saben, aunque no tengan registrado el recuerdo, que cuando eran pequeñitos, apenas a unos días de su nacimiento, estaban totalmente indefensos y dependían completamente de la protección que les dí con mis manos, el amor que arde en mi corazón por ellos, y de la leche que manaba de mi pecho, tan lleno de amorosa esperanza y nutrientes únicos, para que ellos pudieran sobrevivir.
Pocas semanas más tarde, semanas que pronto sumaron sus primeros años, recibí sus maravilloso besos. Besos tiernos y sinceros, besos que dejaban mi cara llena de “babita”, después con gelatina y puré de manzana, poco después fueron besos con chocolate y algunas veces con helado de vainilla… Besos que amo y que aún recuerdo y vuelvo a sonreír.
Los hijos crecieron, se fueron los besos
Conforme mis hijos fueron creciendo, sus besos fueron cambiando. Dejaron de tener tanto chocolate y dulce, pero seguían siendo muy tiernos.
Poco a poco los abrazos y los besos se convirtieron en un instrumento para conseguir algún permiso… Y también me los negaron cuando, después de sus intentos, no conseguían que les dijera “sí” .
Sé que ese alejamiento lo aprendieron directamente de mí. Y aunque hoy daría la vida por uno de aquellos tiernos besos, no lo pido, ni lo intento… Ellos me aman a su manera y no se trata de obligarlos a fingir lo que no supe enseñarles a sentir.
Una manera diferente de abrazar a mamá
Una navidad, un diez de mayo o algún cumpleaños, son fechas que me ilusionan tanto porque sé que me darán un abrazo y un tímido beso, y esos son los mejores regalos de vida que puedo recibir.
Anhelo tanto un abrazo sorpresa, de esos que se dan sólo porque sí. Un beso de buenas noches antes de irse a dormir… Mi corazón necesita un beso en la frente, mientras aún lo pueda sentir.
Mientras llega el momento de ese abrazo, de ese beso, mi corazón se pone contento al recibir un WhatsApp con un emoji sonriendo y un “te amo mamá”.
