Luego de su contundente victoria electoral, se hizo popular en las redes sociodigitales una ilustración de Eduardo Rocha en la que se dibuja al ahora presidente Andrés Manuel López Obrador de espaldas, observando un mapa de la República en tercera dimensión, que asemeja un boque de piedra severamente dañado, con múltiples fracturas y perforaciones, aparentemente provocadas por proyectiles de arma de fuego y desmoronándose en su parte inferior. El candidato vencedor, con un maletín médico en la mano dice “…y ahora, a reparar”, en tanto que una multitud lo respalda diciendo, con el puño izquierdo en alto, “no estás solo…”
Más allá de que es discutible que el país se encontrara en tal estado de destrucción, especialmente si se considera que, todavía como Presidente Electo, el propio AMLO afirmó que recibiría un país estable y sin crisis política o financiera (según nota de Mariana León en El Financiero del 5/09/2018), es muy positivo y alentador saber que el presidente goza de tal legitimidad y respaldo popular; pero, ¿cómo habrá de materializarse ese acompañamiento?
Es deseable para todos, principalmente para él mismo, que el apoyo del pueblo al presidente no se quede en la sola asistencia a mítines o “asambleas”, ni en la repetición a coro de consignas, o la confirmación a mano alzada de los deseos presidenciales. Se necesita que la sociedad continúe su todavía precario avance en la participación organizada para mejorar su calidad de vida. Dos conceptos fundamentales para expresar este planteamiento son los de ciudadanía y sociedad civil.
La ciudadanía, ser ciudadano, implica la pertenencia de cada individuo a una comunidad nacional o local, sujeto a obligaciones y derechos civiles y políticos, con la posibilidad de participar activamente en el establecimiento y la transformación del orden y la convivencia social. En México, conforme a los artículos 34 y 35 constitucionales, son ciudadanas todas las personas que, teniendo la calidad de mexicanas, hayan cumplido al menos 18 años y tengan “un modo honesto de vivir”. Los ciudadanos mexicanos tienen derecho de votar y ser votados en elecciones, asociarse libremente para tomar parte en los asuntos políticos del país, presentar peticiones a las instancias de gobierno y gestionar su resolución, iniciar leyes, y votar en consultas populares.
Los ciudadanos agrupados y organizados conforman la sociedad civil. Ésta se compone por subconjuntos de ciudadanos que, sin formar parte de la estructura gubernamental y con autonomía de ésta, se organizan para defender o impulsar sus intereses, presionar para la resolución de demandas sociales y, en general, para participar en la gestión de los asuntos públicos, lo que eventualmente les permite incidir en las leyes y políticas gubernamentales.
A las agrupaciones de ciudadanos sin fines de lucro o autobeneficio, que no hacen proselitismo político o religioso, y que se constituyen legalmente ante un notario público, obteniendo así personalidad jurídica y permanencia para el impulso o defensa de una causa social, se les conoce como organizaciones de la sociedad civil (OSC).
Una ciudadanía que, asumiendo las reglas del juego democrático, participe de manera corresponsable con el gobierno en la vigilancia y preservación de dichas reglas, así como del pleno cumplimiento de los derechos humanos y sociales, en beneficio de las condiciones de vida de la comunidad; una sociedad civil organizada que aporte su conocimiento, experiencia, presencia, liderazgo y voluntad, para apoyar al gobierno en la atención a personas y grupos en condiciones de pobreza, exclusión y/o vulnerabilidad, serían el acompañamiento perfecto para el presidente en la reparación de lo dañado; pero, por lo visto, no es eso lo que el presidente quiere.