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                                                                     Casiopea

Mi padre me enseñó a observar el cielo. No era un erudito en la materia. Pero si en la forma romántica en la que se desenvolvía, cuando se inspiraba. Él no escribía, pero tenía la facilidad de dar discursos sin siquiera escribir palabra alguna. Las palabras le salían del corazón.

Poco o nada sabía de los nombres de las constelaciones. Simplemente, me decía -Busca las figuras y dale un nombre. Yo era muy pequeño y por más que trataba de buscar alguno, siempre sonreía y lo dejaba para alguna otra noche.

Tiempo después crecí. Y proseguí observando la noche. Cuando el viento fresco se apoderaba de mis ideas y mis sueños. Cuando de pronto a lo lejos me detenía a seguir la ruta de alguna chispa sobresaliendo del espacio y así, sin decir más, desaparecía.

Recostado sobre una base de cemento, me acomodaba y estiraba yo mi mano y era entonces que la magia se convertía en realidad. Tomaba una a una las estrellas. Me las llevaba a mi rostro y les hacía un refugio con la palma de mis manos. Entonces ellas brillaban como si fueran luciérnagas. No las mantenía mucho tiempo apresadas, y les otorgaba la libertad, las aventaba al cielo para que ocuparan su lugar dentro de la noche.

Prefería verlas brillar en lo alto.

Cuando aprendí a leer buscaba libros relativos a las estrellas y sus constelaciones, a las nebulosas y las pléyades.

Y fue en una tarde que acudí a la biblioteca que me di la oportunidad de investigar entre cientos de libros, alguno que me llevara a aquel sitio donde niño me sentía fuera de este mundo. El cielo.

Le pregunté  al encargado y me dio una propuesta. Buscar sobre Casiopea.

Casiopea era una constelación, ubicada entre la constelación de Perseo y Cefeo. Mis ojos brillaron, mi sonrisa abarcó mi rostro, tan grande como una gran rebanada de sandía.  Había encontrado lo que buscaba. Según el libro, Fue el astrólogo griego Ptolomeo el que enumeró las constelaciones.

Y desde aquel día, cuando siento que me falta algo, cuando mi semblante carece de la curvatura que rara vez se ausenta de mi faz, vuelvo a mi origen. Dejo todo. Me olvido de todo y me vuelvo a recostar. Cuando la oscuridad se cierne sobre la ciudad. Cuando lo único que me acompaña son las serenatas nocturnas de los grillos y alguno que otro pájaro distraído. Miro hacia el cielo. Y busco a Casiopea. Casiopea, de acuerdo a la leyenda mítica, fue la reina de Aethiopia y Esposa del rey Cefeo. Y fue castigada por Poseidón, dios del mar.

Y una vez más señalo con el dedo. Quizás hoy vuelva a emerger el poeta que vive tímidamente en mi ser, y junto con mis ideas, escudriñemos la negritud del cielo. Creando un poema que le dedicaremos a Casiopea.

Édgar  Landa Hernández.

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