¿El umbral de la vida y la muerte, se atraviesa guiado por la luz brillante al final del túnel? Se repetía una y otra vez en la mente, negándose la voz a responder, mientras miraba los ojos de su madre, en la caída de la vida y ante la presencia de la agonía, momentos cuando se asoma la bruma avizora del desenlace inevitable; sentada cerca de la cama de hospital en que se encontraba el cuerpo querido, con el rostro bañado por las incontenibles lágrimas, escuchaba sin oír las voces de los médicos, ordenándole retirarse del cuerpo amado. Por vez primera en la vida sintió el alma quebrada, y al corazón pródigo de presentimientos y premoniciones expectante se paralizaba, sin atinar a predecir el resultado de la perdida de persona querida y amada.
El espíritu indomable bendecido por Dios, desde el vientre de su madre, se negaba a responderle e inmutable se convertía en observador de aquel dolor sin encontrarle descripción.
Y una vez más se imponía el espíritu valiente, nuevamente vivía dura prueba. En el pasado, había atravesado por momentos mezquinos e indescifrables venciendo al dolor, haciéndose el espíritu coraza de acero indestructible; sin embargo el corazón se le había humanizado más, sobrepasando los límites de la bondad.
No le iba a permitir a este dolor desconocido, representado en la despedida final a la madre querida, la doblase. Segura estaba de la tristeza que le ocasionaría a su madre al verla quebrantada. Ambas enfrentaron fuertes desafíos y enormes retos infranqueables. Desde niña vivió los desatinos y obstáculos en el camino con asombrosa valentía. Decidió entonces vivir su duelo en callada meditación. Continuaría siendo la fortaleza inquebrantable para su esposo y los cuatro hijos, por los que también había librado difícil batalla, saliendo victoriosa y bendecida al lograr adoptar a cada uno de ellos.
Este reto no iba hacer la excepción para ser vencido por su Espíritu de lucha, acostumbrado para lograr únicamente victorias. Lo desgarrador que es la pérdida de la madre es incomparable a algún otro dolor, se repetía en voz alta.
El apoyo incondicional del esposo, compañero insuperable en la vida, se complementaban en todos los aspectos del matrimonio; ahora puesto a prueba, y él impasible aguardaba con venerado respeto ese duelo.
El cariño de los cuatro hijos, que solamente querían verla fuerte semejante al roble, la hizo recuperarse y de nuevo empezar, imitando a las aves, volando al ras del suelo, pero sin perder el vuelo.
Dios, la había distinguido con grandes dones, entonces tendría que poner en práctica las palabras divinas del creador. ¡Se le exige más, al que más puede dar!