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Desde que recuerdo mis hermanos y yo siempre tuvimos gatos alrededor. Nos gustan por su carácter independiente y desobediente, son tan bonitos! No todos son cariñosos hay unos muy rebeldes y sus uñas son bastante filosas, muchas veces nos arañaron feo, pero ni así dejamos de tenerlos cerca. Yo crie uno desde que fue bebé gato. Me lo entregaron como de unas pocas semanas de nacido, aún tomaba leche de biberón. En las noches cuando lloraba porque quería a su mamá gata, iba y le mecía, shh. shh. shh! para dormirlo, e inmediatamente volvía a su sueño y se acostumbró a mi presencia y yo a la de él.

Con el tiempo creció y llegó a ser un gato de grandes proporciones, era muy serio, no le gustaba jugar mucho, le hacía cariños y no hacía grandes ceremonias, pero me acompañaba.

Tenía en el patio un árbol grande de Limón y ahí se echaba mientras yo lavaba la ropa de la familia. Yo le hablaba y en eso sí notaba que me ponía atención, me seguía atentamente con su mirada y parecía que comprendía lo que le decía.

Era libre de andar por la calle si quería salir, pero yo estaba pendiente de que no se fuera lejos, le gustaba galantear a las gatas vecinas y les hacía la competencia a los otros gatos, ahí sí que se esforzaba!

De repente, un día se me perdió de vista y por más que lo buscamos, no lo encontramos, desapareció, quedándome yo preocupada y triste por su ausencia.

Pasaron 3 años y un día un gato todo greñudo apareció en el frente de la casa, había cambiado; cuando era bebé parecía mapache, como que tenía puesto un antifaz, sus facciones de gatito se habían hecho más fuertes. Le hablé para que entrara y estaba muy desconfiado, hasta que le ofrecí comida se atrevió a pasar y comenzó a olisquear todo.

Después supe que una vecina lo había confiscado, se lo quedó, lo dejó salir cuando vio que se enfermó y ya no lo quiso cuidar, entonces se hizo vago, ya no quiso quedarse en mi casa ni en ningún lado.

Creo que él sabía que cuando quisiera podía llegar conmigo.

Se paseaba por todo su territorio, cuando me veía se me quedaba viendo largamente pero ya no llegaba, solo me saludaba desde la distancia.

Y yo constataba que continuaba en su afán de conquistador de gatas, no le importaba que ya era un gato viejo y se agarraba en fuertes pleitos con los gatos jóvenes, como un igual.

Hace poco dejé de verlo pasear, supongo que se ha de haber ido al lugar de las estrellas de los gatos, pero siempre estará su linda memoria presente conmigo.

Mi Querido Camarada Perkins.

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