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De lo bueno; lo mejor. Frente a la disyuntiva; elegir: Lo malo, lo bueno o la excelencia. Cuando tenemos la oportunidad de escoger, por lo general es lógico que prefiramos lo bueno, y nos conformamos; así sucede en casi todos los ámbitos de nuestro entorno. Desde las compras de la semana; hasta la pareja que será el compañero o compañera de vida. ¿Por qué no aspiramos a la excelencia?.

La mayoría de las personas están enfrascadas en los usos y costumbres que les marca la sociedad, las tradiciones y la herencia familiar, difícilmente saldrán de esos parámetros; y quien los brinca, se expone al rechazo, al alejamiento, al escarnio; o por lo menos a que “lo vean feo” Como cuando alguien reclama a la procuraduría del consumidor porque no le dieron exactamente el producto o servicio que solicitó, o como aquella señora que devuelve la mercancía porque la tienda no cumplió las expectativas que ella esperaba, Y más aún, cuando en un noviazgo, uno de los dos rompe el compromiso, pues aspira a cumplir otros sueños. Normalmente la sociedad se escandaliza con personas que se esfuerzan, que lo logran, que exigen lo mejor, buscan la excelencia, que no se conforman, que no adoptan la socorrida doctrina del

“Ahí se va”, “Como sea”, …”Uno como quiera…..”  “Ya así déjalo”

Estamos acostumbrados a ver en otros y en nosotros mismos, el “prietito en el arroz”, a darnos mala fama, y no decir nuestras cualidades, ¡No¡ no hay que ser tan presumidos…Si alguien nos alaba; por ejemplo; nuestro bonito cabello, contestamos; Huy si, pero tengo mucha orzuela, ó, sí, pero lo tengo reseco…también es muy común hablar así de nuestros seres queridos cuando nos dicen o escuchamos buenos comentarios de ellos, por ejemplo; “Su hijo es muy educado” respondemos; “Sí, pero es bien travieso en la casa”, y ¿Qué decir de la pareja?…Huuuuuu..

¿Cómo sería si; en vez de “sacarle los trapitos al sol” a los seres queridos, les exaltamos sus cualidades, y de la misma manera, a nosotros, hablamos bien, de nosotros mismos, de lo buenos que somos para hacer esto o aquello, …Claro que sin exagerar y sin mentir, Nada más lo que es; Ni más ni menos, Así lo trasmitimos a nuestros hijos e hijas; que se haga una sana costumbre, Que si alguien nos hace un comentario bueno de nuestra persona o de un talento nuestro, sigamos en ese tono y aceptemos esas alabanzas, sin pena, sin modestia, sin dar infinitas gracias ni contradecir a quien nos lo está diciendo; ¿Por qué no?…¡Claro que tenemos cualidades, habilidades, destrezas, buenas frases, logros que hay que ponderar, eso es excelencia, y no falta de humildad!; (Creo que la palabra “modestia” nos ha esclavizado por siglos)

Otro aspecto que llevamos grabado en el ADN es el hecho de que “No merecemos”  eso es destructivo, es una actitud tóxica que nos inyectaron, y esto viene de generaciones, no exigimos, no aspiramos, no reclamamos, nos quedamos a medio camino por culpa de ese gran veneno cultural: “Que no somos merecedores de lo mejor”;  Y no se trata de meternos en la cabeza esas frases obsesivas de cuento: = Yo me lo merezco, yo me lo merezco=, y que por arte de magia ya; se aparezcan las riquezas ….No, esto o es así. Esas son historias novelescas.

Analice usted este siguiente párrafo y dígase a si mismo: =El pensar que yo soy una persona completa, que tengo mucho que dar y también mucho para recibir, y que yo puedo aspirar a ser una excelente persona, profesional en lo que hago, también me da el derecho de recibir lo mejor, de conocer y sentir las mejores cosas de la vida, tanto en lo material, lo físico, lo emocional y espiritual. ¿Por qué tengo que conformarme con tener lo mínimo o con que me quieran aunque sea poquito? ¿Por qué debo ser modesta?, ¿Porque no soy quién para merecerlo? ¿Dónde dice, o quién lo asegura?…¿PORQUÉ NO?=

Todos conocemos a alguien que no ha sido afortunado en la vida, que ha pasado por diversas tragedias, o que sus sueños se han truncado y pensamos; “Pobrecito” que suerte le tocó…Cierto es que cada vida es una historia, casi una novela personal; pero al analizar muchas veces alguna causa o algún resultado, seguramente que aparecerá en escena esa frase de “no merezco algo mejor, ya me tocaba, así es mi destino” y ya, la persona se tira al conformismo y a vivir llorando como una víctima permanente,  haciendo que los demás a su alrededor sufran culpabilidad por las tristezas de ese quien no ha querido ya nunca salir del pozo de la desesperación. ¿Conoce usted a alguien así?

La excelencia es pasar de lo mejor a lo mucho, mucho más mejor todavía; 

es mirar hacia arriba, es esperar de la vida lo que sigue, aunque ya tengamos lo bueno, que si el día de hoy vivimos lo bonito de la vida, saber que mañana viene algo mejor, es siempre estar a la expectativa de que Dios tiene algo nuevo para nosotros, solo hay que estar a la espera de ello, y por supuesto, tampoco menospreciar lo que ya tenemos, lo que ya hemos logrado, ciertamente amar la vida que El Señor nos ha dado, sabiendo que El tiene mucho más qué darnos de lo que nosotros pudiéramos pedirle.

La excelencia no es desear la mejor casa, el mejor auto o yate, la mejor ropa, la comida más fina, las joyas más esplendorosas, llamativos títulos universitarios, las personas más bellas y cultas a nuestro alrededor; o el mayor poder para controlar a los demás, Esa es una versión mal entendida de tener la excelencia. Tampoco quiere decir que si estas cosas hay en nuestra vida, ya por eso estamos mal, no, tampoco; todo lo anterior son “cosas deseables ” que van y vienen, pueden o no estar presentes, pero eso no nos hace ser excelentes personas. La actitud que nos lleva por el camino de la excelencia está dentro de nosotros, el crecimiento es personal, empieza desde que reconocemos quienes somos y qué queremos de la vida, luego, cómo vamos a lograrlo y quién nos va a ayudar; de ahí depende todo lo demás.

San Pablo nos habla en la primera carta a los corintios, dice: “La Fe, La esperanza y El amor,

son las herramientas para una vida de éxito; pero añadía…”Mas yo os muestro un camino más excelente” Cada persona es libre por naturaleza de creer en algo o en alguien, o igualmente de no creer; eso está más que claro. Aún en esos terrenos se puede aspirar a la excelencia, si la   fe de alguien es débil, puede aspira y esforzarse por tener más Fe, si ya tiene una experiencia espiritual derivada de un renacer espiritual, puede crecer y compartir esa experiencia con alguien y así crecer juntos, si ya encontraste a tu pareja ideal, puedes aspirar a amarla más y de mejor manera; esperando recibir la misma calidad de amor para ti esa clase de amor, no menos; ¡Eso es excelencia! En el aspecto material, si alguien ya tiene logros,     cuando los comparte se da cuenta de que la generosidad es un camino más excelente, y así cada aspecto de nuestra vida puede ir probando la excelencia, ¡Claro que lo merecemos! Así, de esa manera la felicidad será cada día la meta a lograr, pues la excelencia se experimenta día a día.

¿Qué hace a Lisboa tan especial?
Sé el campeón.

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