Es un tipo gordo, mediano entre los de su talla, algo calvo, con pelillos alborotados en la nuca, cara redonda que finge entusiasmo, la máscara del egoísmo, la molesta mirada similar a la mosca detenida sobre el dedo gordo de tu pie derecho, es aquella persona que quiere dar las órdenes de todos los movimientos. Se atreve a pedir los alimentos de las personas que le acompañan o que por casualidad llegarán a sentarse cerca. Ordena al mesero con la familiaridad de saber lo que te gustaría comer y, está equivocado.
Lo conocí en el comedor de un hotel de nombre El Palomar, tres escalones permiten cruzar la puerta rodeada de flores, algún tipo de planta enredadera, la recepción es amplia, cuenta con una fuente de cantera en el centro, junto a ese decorado de agua fría, la escultura en hierro de un ente mutilado, las alas pueden ser de un ángel o de un demonio, al comedor se llega por las escaleras que se encuentran justo a la derecha. La vida tiene clichés y repeticiones que parecen naturales. Si subiéramos juntos para ir al comedor, sujetarías el barandal con fuerza, tu mano se aferra y en las venas de tu brazo corre sangre temerosa, caminamos atentos de no caer. Las escaleras tienen agua. No, ven vamos a mirar con detalle, es refresco. Está lloviendo refresco mientras subimos la escalera.
El payaso cantante sumerge sus dedos en el refresco de una persona a su izquierda, lanza las chispas azucaradas al aire.
Intentó buscar la mejor mesa, pero ya está ocupada. El payaso cantante sumerge sus dedos en los vasos de Coca-Cola de sus acompañantes y lanza las gotas al aire. ¿Qué clase de chiste es eso? Lo escuché decir, tengo que mojarme los dedos para suavizar los cayos, se ponen duros de tanto tocar está linda guitarra. Grita, – no me den monedas, permítanme sus vasos, mis dedos tienen sed-. Imaginale remojando una parte de él en tu bebida, sus dedos sucios, cubiertos de sal, manchados de catsup por la hamburguesa que está tragando.
-Adelanté sigan bebiendo – suenan los primeros rasgueos de cuerdas, de reojo me ha visto. Nos ha visto. No voy solo. Tú y otro amigo van conmigo, son también visitantes en El Palomar.
-Aquí siéntense, vengan, ya están ubicadas las sillas. Con un gesto ordena a su amante para recibirnos.
Busco por el comedor un mejor lugar, las otras mesas están vacías, las sillas las tiene él, han elaborado un círculo junto a sus dos mesas. Un grito casi unido por parte de los entusiastas oyentes dice, – aquí junto a mí está un lugar-. Y confirmo que está noche me tocará estar cerca del caos.
Comienza la prédica, nos cuenta que es amigo de un cantante famoso, lo argumenta mientras intenta cantar, el payaso cantante, dice que sabe escribir canciones y que algunas ya suenan en la radio, se sonríe, remoja sus dedos y me pide que le acerqué mi vaso, por qué le falta mojarse un poco más los dedos. Sujeto fuerte mi vaso y bebo de un solo trago esa Coca-Cola, las burbujas frías taladran mi garganta y mis ojos se abren al sentir la presencia de unas lágrimas. Lo miró sin interés y se hace el disimulado.
Todo esto sucedió anoche. El Payaso Cantante me ha seguido al evento, tengo la presentación de un libro y la lectura de dos relatos toscos y agrios que gustan a muy pocos, pero que por el momento es lo mejor que puedo escribir. Lo veo entrar, al perecer lo invitaron para realizar alguna estupidez durante el evento.
El resultado es la presentación de su mujer, ella tiene algo que ofrecer a los presentes, quiere hablar de sus actos mentirosos para hacer dinero sin trabajar. Ha intentado presentar a su mujer y en la presentación, saca su guitarra, hace su anuncio de siempre, se moja los dedos con su saliva.
Dice que es amigo de un cantante famoso y que sus canciones suenan en la radio, sigue platicando, el tiempo transcurre, su mujer continúa de pie en el escenario, esperando la oportunidad, se muestra sonriente, no tiene otra opción, debe fingir apreció por él. Porque él es el famoso. A él lo conoce un cantante importante, un tal Manzanera.
Sorpresa quedan seis minutos de la hora que ella tenía destinada. Por fin el payaso cantante presenta a la mujer. Le quedan cuatro minutos, se presenta, algo dice, nadie la escucha, el payaso cantante está a su lado haciendo muecas y gestos a los que miran al escenario, se toca los bigotes, no tiene bigotes, me ha visto, me sonríe, le sonrió y le doy una mirada de aprobación a todo lo que hace, al cabo que ya le jodió el momento a su señora dama. Es el primer día, esto termina mañana y me largo, no tendré que volver a lidiar con su presencia jamás. Por el bien de ella debería «solicitar un hombre diferente»
Este es El Payaso Cantante en una brevedad.
El que dice que un cantante famoso lo conoce y que le dijo una vez…
«Me recuerdas a mí cuándo empezaba mi carrera artística»
Paternidad Literaria
#TrodosMercado 2023
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