Retiran los cargos de violación que enfrentaba Julian Assange, programador, periodista y activista de Internet, la fiscalía sueca informa que su material es escaso y sus testigos han olvidado los hechos, la terrible imputación que habrían hecho (tres violaciones en las lujuriosas noches de Estocolmo) llevó al fundador de Wikileaks a refugiarse en la embajada de Ecuador en Londres.
Assange negó los cargos en todo momento y declaró sospechar que esta falsa acusación era una trampa para extraditarlo a EEUU, país que lo perseguía por filtrar información sobre algunos crímenes cometidos por el gobierno del país norteamericano. Hoy la denuncia decae, pero aún lo espera un traslado a una prisión perpetua.
La verdad en ocasiones resulta peligrosa. La imagen de Assange en la prensa de los últimos días, nos muestran a un viejo enloquecido y no al joven antisistema cargado de futuro, quien ha sido calificado por las editoriales como villano disfrazado de héroe, vendido a Rusia, megalómano, estrafalario, gamberro, arrogante que no se baña.
Sobre la higiene de Assange, lo sacaron espías españoles que debían cuidar la seguridad de la embajada de Ecuador. Esta información fue publicada por el New York Times, quien apoyo a Wikileaks en sus primeros pasos.
Otros que también han filtrado información, han sido Snowden, quien filtró cables del departamento de Estado relacionados con crímenes de guerra. Hoy Snowden vive exiliado en Rusia, pudo escapar a tiempo, Assange no. Chelsea Manning fue quien dio a Wikileaks las pruebas de los crímenes de guerra en Irak. Está presa. Como Mordechai Vanunu quien estuvo dieciocho años encarcelado por desvelar el programa atómico de Israel. Hervé Falciani, el informático que hizo públicos los secretos de la banca suiza, ha tenido más suerte porque colabora con gobiernos como el de España en la persecución del fraude fiscal. El caso de Falciani es una excepción. En general, la filtración se paga con la cárcel, el exilio o el escarnio. Son los castigos habituales por nadar contra la corriente, ese estanque de aguas turbias en el que, sin embargo, nos gusta mirarnos.
