Es común el consejo de que, antes de irnos a dormir, hagamos un recuento de los logros obtenidos y los sucesos felices del día, que hagamos nuestra lista de agradecimientos por todas las cosas buenas que nos sucedieron, desde las más pequeñas y que damos por hecho, como puede ser el tener nuestra taza de café de cada mañana, hasta esos sucesos maravillosos a los que solemos llamar “milagros”.
Tomarnos el tiempo cada noche para hacer este análisis de las cosas buenas del día, es un ejercicio maravilloso que, además de motivarnos y alimentar positivamente nuestra autoestima, nos ayuda a mantener el enfoque en nuestras metas y objetivos y así, planificar de manera más acertada nuestras actividades para el siguiente día.
Sin embargo, hay un aspecto que frecuentemente dejamos a un lado y sería de mucha utilidad incluirlo en nuestro recuento de cada día. El punto es, hacernos preguntas tales como: “¿En qué me equivoqué hoy? ¿Qué palabras debí evitar? ¿Qué reacción tuve y fue incorrecta?”.
El error del día
Incluir en nuestro análisis diario el pensar en qué fue aquello que hice, sentí o dije y que sé que fue incorrecto, tiene una función positiva y productiva. Bajo ninguna circunstancia debo permitir que ese, el error del día me paralice a causa de los sentimientos de culpa, arrepentimiento, vergüenza o cualquier otro tipo de pensamiento limitante.
No digo que el sentir culpa, arrepentimiento, o cualquiera de esos “duendes” que nos vienen a importunar cuando sabemos que hemos cometido un error, sea negativo. De hecho, esos sentimientos son una luz de advertencia que nos indica en dónde hay aspectos que podemos corregir o mejorar para continuar avanzando con menos obstáculos en nuestro camino hacia nuestros deseos, sueños y proyectos.
No se trata de reconocer los errores para flagelarnos y caer en depresión, hacernos las víctimas o alimentar emociones tóxicas pensando que no somos merecedores de las cosas buenas que deseamos. Se trata de analizar, corregir y seguir avanzando.
Si aprendes del error, lo conviertes en lección
¿Qué hice mal hoy?
¿Por qué fue incorrecto?
¿Qué consecuencias me trajo?
Si pudiera retroceder el tiempo y repetir el momento justo antes de equivocarme y sabiendo lo que hoy sé ¿Qué haría, cómo reaccionaría, que diría o qué omitiría?
Ahora, puedes continuar con tu lista de agradecimientos e incluir el haberte equivocado, porque tienes la oportunidad de aplicar lo aprendido para que, la próxima vez que estés en una situación similar, podrás pensar, actuar o reaccionar de una manera más inteligente, productiva y positiva.