Mencionar a Anthony Quinn es rememorar sus grandes actuaciones, es hacer énfasis en que fue el primer hispano en ganar el Oscar a Mejor Actor de Reparto en 1952 por aquella actuación en “Viva Zapata” junto a Marlon Brando, es recordar el ritmo y el compás de la Danza de Zorba ,baile que inmortalizó a Quinn en “Zorba el Griego”, es hablar de las artes plásticas y recordar la gran afición de siempre tuvo por ellas, es también recordar sus modestos y humildes orígenes y regresar en el tiempo al año 1915, a la plenitud de la Revolución Mexicana e imaginar ahí a sus padres: Francisco Quinn, de origen irlandés, quien ya había participado en el levantamiento armado, y a Manuela Oaxaca, de ascendencia azteca, que también participó, como muchas mujeres lo hicieron, como soldadera revolucionaria.
En ese ambiente, Francisco y Manuela se enamoraron y se comprometieron y de aquella unión nació en Chihuahua, Chihuahua, el 21 de abril de 1915 Antonio Rodolfo Quinn Oaxaca, que desde pequeño enfrentó junto a sus padres, las más duras carencias y la más difícil pobreza, pues se movían constantemente de lugar de residencia.
Francisco, su padre, siguió apoyando con ahínco a Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa, en sus revolucionarios enfrentamientos. Mientras tanto, Manuela, se esforzaba con creces por sacar adelante a su hijo y lo hacía mediante realizar diversas tareas domesticas con gran humildad y espíritu de sacrificio, trabajó mayormente de lavandera en grandes haciendas en Ciudad Juárez y El Paso, Texas. Para 1919 deciden como familia emigrar a California, en Estados Unidos, donde el pequeño Antonio realizó sus primeros trabajos en la pizca de los frutos de temporada y también como voceador y lustrador de calzado.
Sus estudios lamentablemente quedaron truncos hacia 1926, pues fue el año en que falleció su padre, acontecimiento que marcó sus sentimientos y su vida enormemente, ya que sentía gran admiración y respeto por él por su gran espiritu de trabajador y luchador incansable y fue entonces cuando llevó a cabo diversos trabajos para ayudar a su madre. Por eso recordar a Anthony Quinn es hablar con dignidad y respeto de todos aquellos que como él, han sabido desempeñarse con toda honradez y respeto en trabajos humildes. En el caso de Quinn, él se desenvolvió como peón en haciendas, lavador de trastes, mensajero, entre otros. Fue por ese tiempo cuando surgió el interés de Quinn en las artes, mismo que cultivo hasta el final de sus días . Acostumbraba hacer retratos a mano de las grandes estrellas de cine y les enviaba por correo dichos trabajos. Es así como entre varios enviados, sólo Douglas Fairbanks le respondió y le adjunto 10 dólares como agradecimiento por su retrato. Fue a los 16 años de edad cuando incursiona en los entarimados e intenta ganar algún buen dinero como boxeador, tenía buena altura, gran alcance y logró ganar 16 peleas consecutivas. En la 17 su rival fue sumamente superior y le propinó una dolorosa derrota que lo llevó a olvidarse del deporte de los puños. Es en el año de 1935 cuando decide profundizar más en el arte de la pintura y realiza estudios en una especializada escuela. estudios que incluyeron una asesoría personalizada en arquitectura, pero por ese tiempo es invitado a participar como extra en una obra de teatro y a partir de ahí se sintió altamente atraído por las artes teatrales y cinematográficas, siendo éstas últimas las que lo atraparon y lo transformaron en el gran actor que todos hoy recordamos.
Sus vastos conocimientos adquiridos en sus diversos trabajos y su apariencia física que concordaba casi con cualquier etnia, así como su paso por el box, le capacitaron de forma natural para desempeñar gradualmente papeles que fueron desde nativo piel roja, gangster, chino, árabe, filipino, y por supuesto hispano; tan sólo al inicio de su carrera fueron 15 filmes en ese tenor y es así como ubicamos a Quinn en filmes como “ El cisne negro” de 1942, “Knockout” de 1941, “La Isla de la perdición” de 1939, y “The Buccaneer” de 1938, afianzándose en gran manera en el séptimo arte y tomando, mediante numerables participaciones en cintas, su rumbo definitivo al estrellato, que se vislumbraba ya a todas luces, arrancando la segunda mitad del siglo XX.
Es así como en 1950 y habiéndose nacionalizado tres años antes estadounidense, filma “The Brave Bulls”, cinta que protagoniza a lado de Miroslava Stern, la actriz checoslovaca ampliamente recordada en México. Dirigido por Elia Kazan en 1952, en “Viva Zapata” hace el papel de Eufemio Zapata, hermano del caudillo revolucionario Emiliano y logra ganar el Oscar como mejor actor de reparto, convirtiéndose en el primer actor de origen hispano en lograrlo.
El recuerdo de Anthony Quinn surge también tras el incendio en la Catedral de Notre Dame, en Paris: fue ahí, en 1956, cuando Quinn, dirigido por Jean Dellanoy y al lado de Gina Lollobrigida filmaba la clásica historia “El Jorobado de Notre Dame”, en una producción italo francesa donde personifica a Quasimodo el feo jorobado que se enamora de Esmeralda. Esa fue sin duda otra de las memorables caracterizaciones de Anthony Quinn.
Siendo un gran admirador de la historia de México, Quinn visitaba su país y el estado de Chihuahua, donde nació, tanto como le fuera posible. De mis visitas escolares a los museos recuerdo haber visto una gran foto de él junto a Doña Luz Corral, viuda de Villa, exhibida justamente en el Museo de Villa. Quinn visitó por ultima vez la ciudad de Chihuahua el 29 de abril del año 2000, cuando fue invitado por el entonces gobernador del estado,Patricio Martínez, y al develar la estatua que hoy engalana el Parque “Palomar” bailó a ritmo de “Zorba el Griego» la inconfundible danza que baila en esa cinta de 1964, por la cual es también ampliamente recordado.
Un año después, en junio de 2001, murió en la ciudad de Boston, en Estados Unidos a los 86 años.