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Amor inconcluso

La tarde poco a poco se despedía del día. Las tenues sombran se acentuaban en torno a aquella pareja. Un veloz pájaro atravesaba el cielo como cupido con sus flechas enamoradas.

La noche entró sin recato alguno. Era su tiempo. Como lo marca el segundero avanzando hacia su fin, hasta convertirse en minutos, luego en horas.

Él la tomó a ella de su mano, la miró a los ojos y como siempre sonrió.

-Te extrañé tanto. Comentó.

Ella le correspondió con un beso.

Sin palabra alguna, únicamente con la mirada se dijeron todo, eso que ambos sentían, pero, sin embargo, creaba incertidumbre de lo que podría pasar. Nuevamente, el chico tomó de la mano a su princesa, a la que solía pasear por las noches para que nadie los viera, que solo fuera un encuentro entre ellos dos y de nadie más.

Como una historia prohibida. Caminaron por unos minutos alrededor del lago. El reflejo de la luna atestiguaba el sentir, presenciaba el cortejo.

– ¿Cómo te fue hoy? Preguntó la chica.

-Bastante bien, pero dime ¿hasta cuándo nos volveremos a ver? ¡Yo te amo!

-Ella no supo qué responder, qué decirle que no hiriera los sentimientos de aquel enamorado deseoso por continuar el romance de diferente forma.

-Mira, ven. Le respondió ella.

Grabemos nuestros nombres en este árbol.

Él sacó una pequeña navaja del bolsillo y grabó sus iniciales.

Posterior a ello, la abrazó y le propinó el beso de su vida, el que jamás le había dado, de una forma apoteósica creando espasmos en el cuerpo dela chica. Ella sabía que le amaba sin condición.

¿Cuándo volveremos a estar así? Replicó él.

-No lo sé, pero cuando eso sea, ¡créeme que te llamaré!.

El viento hacía volar la cabellera de la chica, él se despidió de ella, no sin antes hacerle saber nuevamente que era su gran amor.

Ella dio media vuelta y corrió.

El reloj marcaba las 10 :00 pm. Al llegar a casa, su madre la esperaba.

-Le dijiste, Alicia, ¿ya se lo dijiste? ¡Mañana es tu primera quimioterapia!.

-No pude, creo que jamás se lo diré.

La madre abrazó a su hija. Alicia sabía que no habría futuro, solo se dejaba amar por instantes, como la misma enfermedad que poco a poco le arrebataba la vida. Pero que, sin embargo, ella disfrutaba a su manera.

Edgar landa Hernández.

My Journey Through Life: A Personal Blog
Caliche Pérez le canta a los amores que nunca mueren en 'Te amaría igual que ayer'

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