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Amar está bien, hasta el cuerpo es igual. Estos últimos días se ha visto mucho en las redes sociales de cualquier tipo publicaciones acerca del colectivo LGBTIQ+ y sus actividades, cosas como la cancelación de sus marchas por la contingencia o noticias relacionadas a las personas que “salen del closet” con sus familias. Se han visto historias conmovedoras presentadas en películas y series, relatos de como un hijo les presenta el novio a sus padres y estos lo reciben con los brazos abiertos en la familia, notas contando como una pareja gay adopta niños sin hogar ni oportunidades y de como un padre celebra el amor propio de su hija cuando ella cambia su identidad de género.

Pero, así como se han visto estas historias de amor con final feliz, también se ha visto el lado oscuro de las mismas, que es de lo que hablare en este ensayo.

La homofobia es, según la RAE, “Aversión hacia la homosexualidad o las personas homosexuales”. Es el simple hecho de no poder convivir en paz con una persona homosexual por “incomodidad” o incluso “miedo” injustificable e irracional por la orientación sexual de esa persona. Y aunque sea un tema que ya se ha hablado mucho, me sigue pareciendo importante debido a los discursos homofóbicos de los que he sido testigo tanto últimamente en estos días, como toda mi vida desde pequeña.

Pongámoslo así, cuando era niña supe por mi padre que existen los transgenero gracias a que él tenía un amigo que se vestía de mujer siendo hombre, y también me entere de la larga lista de familiares gay que tengo, pero así como me contaron o como vi eso, también fui testigo del discurso homofóbico al ver como mi padre se burlaba de su amigo cuando el ya no nos veía o al escuchar el incidente que tuvo uno de mis tíos cuando su papa se enteró de que es gay. Luego, años más tarde, en la secundaria, viviría mi primer amor con mi mejor amiga sin enterarnos siquiera, aunque mi mama sí que lo sabía. Cuando eso paso vivía en un ejido en Gto, y ahí también pude ver como se burlaban de quienes creían eran homosexuales. Incluso me toco una vez que me dijeran “lesbiana” como insulto. En tercero de secundaria conocí lo que significa ser bisexual y lo mal visto que es serlo. En preparatoria conocí un ambiente más diverso y maduro, no he visto hasta ahora que alguien insulte a otra persona solo por ser gay o lesbiana, de hecho hay muchos estudiantes que lo son y muchos que no pero que apoyan y respetan. Lo que si he escuchado son los casos donde los padres o los hermanos, la familia en general, son quienes excluyen e insultan a los chicos por “maricones” o “machorras”.

Aun si es algo externo, es triste ver que la homofobia ciega a las personas al grado de desconocer a la familia solo por amar a quienes aman. La cosa seria diferente si fueran heterosexuales y tuvieran muchas parejas, hasta les aplauden por eso, en cambio, si eres gay, eres un pervertido solo por tener una pareja. Amar está bien, a cuantas personas quieras y las veces que sean, pero solo hasta que amas a alguien con un cuerpo igual al tuyo. En cuanto eso sucede, ya no eres libre ni mucho menos humano.

Así como existe el mes del orgullo, que es todo un mes dedicado a las luchas por las diferentes personas que componen toda la comunidad LGBT, muchas personas que toman a juego este asunto, o que creen que es innecesario por lo que “predican”, piensan de manera no seria que “si existe un día del orgullo por ser gay, debería de haber uno por ser heterosexual”. Esto es una clara muestra de homofobia y discriminación, ya que estas personas orgullosas de ser heterosexuales están, mas bien y cito, “orgulloso de ser normal”, cuando en la realidad lo normal es simplemente amar con libertad, sin miedo por perder el cariño y apoyo de nuestra familia y amigos, sin temor a ser agredido e incluso atacado solo por ser quien eres. Pero eso es algo que mucha gente “normal” no entiende ni entenderá, mucho menos si se dejan guiar por los estereotipos y no salen de la ignorancia en la que están.

Estereotipos que ya todos conocemos: el hombre debe ser fuerte, varonil, duro de carácter y ser proveedor del hogar, la mujer debe ser sensible, sumisa, dulce y su deber es criar a los hijos, las niñas juegan con muñecas y a ser mamas, los niños juegan con carritos y muñecos de acción, rosa para las niñas y azul para los niños. ¡ERROR TOTAL!

En la antigüedad, los hombres usaban el rosa por ser un color derivado del rojo y que por lo tanto representaba la fuerza y el carácter masculino; la mujer usaba azul por ser un tono más suave, reflejando la belleza y dulzura que debía poseer.

Los hombres de las primeras civilizaciones, así como de otras épocas usaban muchos de los artículos que hoy en día son de uso femenino, como maquillaje, tacones y faldas; las mujeres en diversas ocasiones se disfrazaban de hombres, cortándose el cabello y vistiendo ropa grande, renunciando a su feminidad para cumplir con un deber o alcanzar una meta. Incluso en los inicios del teatro, ya que las mujeres no podían actuar, los hombres se disfrazaban para interpretar los personajes femeninos. No obstante, eso nunca significo que estas personas fueran homosexuales. Sin embargo, la gente así lo creía y fue el inicio del calvario que sufres al ser homosexual.

Amar es amar, sin importar que, sin importar el físico, la religión, la edad (esto solo si es alguien capaz de decidir), y el sexo.

Y las personas que son homófobas deberían de saber eso, pues al fin de cuentas ellos también tuvieron que superar el que dirán, el reproche de la familia o la desaprobación de los padres para estar con quien aman, tal y como lo hacen los homosexuales, porque ellos aman como todos lo hacemos.

La ira en tiempos de Pandemia
Imaginar, creer y crear.

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