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Bien dicen que el amor cuando es verdadero, puede durar para siempre; resulte esto o no una falacia, lo que sí puede durar para siempre son los frutos de ese amor. Y es que, si sobrevienen hijos en una relación larga o corta, donde hubo compromiso o sólo fue un desliz, los hijos siempre vienen a ser una responsabilidad de ambas partes que los engendraron.


Por lo general, cuando el infante se desarrolla en un entorno familiar donde ambos padres forman parte de su día a día, el pequeño tiende a crearse una imagen de sus progenitores en base a las experiencias que vive con ellos, tanto en forma individual o familiar.


En los casos donde el menor vive con sólo uno de los progenitores y ve ocasionalmente al otro, se debe de tomar en cuenta que el vínculo que tiene con ambos, es un lazo que no debe fracturar el otro progenitor.

El que un menor de edad viva con uno de los padres implica mucha responsabilidad para quien detenta la guarda y custodia, tanto si la ha establecido un juez de lo familiar o ha sido tomada de mutuo acuerdo por ambos padres, sin que exista un documento donde ambos acepten de la manera mas cordial como será la convivencia con su vástago.


Y este acuerdo mutuo, donde ambos aceptan cómo será la relación que se dará por el lazo que los une, deja en claro el nivel de madurez de ambos, independientemente de las causas individuales que los hayan orillado a no seguir con la convivencia diaria. Esto siempre con base en el interés superior del niño.


¿Qué pasa entonces cuando, uno de los padres le da al menor una imagen mala acerca del otro progenitor?


Aquí es cuando se habla de alienación parental.


Sea o no cierta esa característica que uno de los padres intenta establecer dentro de la psique del menor de edad, el pequeño tiene derecho a forjar el propio concepto que tiene de ambos, y eso se da únicamente con la convivencia y su sentir dentro de ella.


Los malos acuerdos, los problemas que hubo dentro de la relación, o lo que detonó que a la fecha ambos se encuentren separados, no implica para nada que el cariño que se le da al menor sea menos importante; las diferencias que hubo en el pasado por parte de ambos progenitores no tiene porque menoscabar el vínculo existente de filiación.


Por tal motivo, la alienación parental es un tipo de abuso psicológico infantil, que tiende a proyectar las frustraciones de pareja al menor, que afecta la imagen de ambos padres, y que en el futuro también traerá heridas emocionales generando individuos rotos emocionalmente.

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