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¡Qué momento tan agradable es por la mañana tomar una taza de un rico cafecito! Sentir el calor en tus manos, sentir el aroma, su sabor y reconfortante calorcillo fluir por tu cuerpo; en mi caso particular el de olla, una mezcla de café veracruzano o chiapaneco, orgánico, con canela piloncillo y un toque de vainilla, muy mexicano, este es mi preferido.

No puedo empezar a coordinar mis ideas y mis sentidos si no tomo mi café, es todo un ritual, desde prepararlo, servirlo y sentirlo, olerlo, sentarme en mi lugar preferido y hacer las anotaciones de mi día a día, pendientes urgentes que atender, diligencias, asignar tareas, la lista del súper, lo que me encargaron, dando prioridades, obteniendo como producto final “mi plan del día”, llega la paz y la tranquilidad, claro de eso solo se cumple el 60 o 70 %, si bien te va, agregando lo que va surgiendo o cambiando prioridades.

Pero regresando a un cafecito,

es aún más agradable cuando lo disfrutas al abrir la ventana y disfrutar de la verde vegetación de esta hermosa ciudad, mi Mérida querida y apapachadora, o cuando has tenido la suerte de pasar unos días en la playa y levantarte muy tempranito, acercarte a la orilla del mar y sentir el viento en la cara y quedarte así, sin nada en tu cabeza y dejarte llevar por esa sensación de estar vivo, dar gracias al creador tan solo por ser y disfrutar, con tu taza de café en la mano

Pienso que en el fondo todos disfrutamos de esta rica taza de café, cada uno a su manera y con sus pensamientos activados o enfocados en algo, que se yo, una reunión de amigos o amigas que hace tiempo no se ven, o aquellos que por alguna razón lo han hecho una tradición, los jubilados que reviven viejas épocas y que comentan de cómo han cambiado las cosas, ¡ah! en nuestra época; de las barbaridades de nuestros dirigentes, de las nuevas adquisiciones del equipo amado o más odiado y concluyen en un “cómo te quiero, compadrito, y que bien que nos la pasamos juntos”, o de las amas de casa que se reúnen a comentar los acontecimientos, que no chismes, de la semana, de los viajes y de los hijos, o de la moda.

También hay de los que se reúnen para hablar de negocios o cerrando un acuerdo, o aquellos que llegan a su primera cita de la mañana y son atendidos por una siempre amable asistente con un rico cafecito, esos de las pastillas de múltiples e inagotables sabores de los cuales siempre terminas pidiendo un expreso doble, mientras esperas a su jefe(a).

Y que hay de los que llegan a la planta o a la fábrica, lo llevan en un termo, con su tapa a manera de taza, normalmente de aluminio listos para iniciar la jornada y se lo van chiquiteando en el transcurso del día.

O al personal de la oficina que antes de iniciar la jornada o sacar los papeles del escritorio o archivero o encender su computadora tiene que pasar a la cafetería de moda por su cafecito o llenar su Yeti en la cafetería de la oficina.

Aquellos que por alguna razón tiene que pasar la noche en vela, que para no dormirse se tomar cualquier cantidad de taza de café, acompañando a alguien muchas veces no en tan agradables circunstancias y a veces en espera de recibir alguna buena noticia

Los que viven en el campo,

cultivando los alimentos o proveyendo los productos que nos dan de comer, es el combustible que les da la energía para salir a la brega de cada día, agradeciendo antes al creador por las maravillas que ven brotar y crecer con sus propias manos, pidiéndole que haya buena cosecha y que sea clemente con el tiempo.

El famoso cafecito entre los estudiantes, en esas noches de insomnio, de estudio o para terminar la tarea que hay que entregar al día siguiente pues ya no hay un mañana, no se cansan de preparar este despertador líquido, con algo un poco más fuerte para mantenerlos alertas.

O que tal es la primera cita con una amiga o amigo cuando sientes que el corazón se te va a salir y pasan por el cafecito antes de conocerse mejor o vagar por la calle platicando de todo y de nada a la vez, nervios, risas, manos sudadas, camaradería y a veces complicidad

O aquella frase, cuando te encuentras con alguien que hace mucho no vez y siempre termina en haber cuando nos vemos “para tomar un cafecito” y nunca fijas fecha ni hora, pero ya cumpliste con el protocolo de decirlo.

Sin duda “al calor de un cafecito” todos hemos pasado momentos inolvidables, solos o acompañados felices, reflexionando, velando, a veces quizás con alguna lagrima, concentrados en una lectura, planeando nuestro día, enterándonos de algo o solucionando los problemas del mundo, que sea como sea sigue siendo un bello lugar para vivir, ser feliz y amar, sobre todo amar.

Gracias a la naturaleza y al creador por darnos esta maravillosa semilla, gracias a quienes han aprendido a preparar esta bebida espiritual, en sus diferentes versiones, sabores y olores que encienden a cada uno de nuestros sentidos, gracias a los Dioses, como quiera que cada uno de nosotros lo entendamos, por esta maravilla natural que nos motiva a pasar momentos a veces inenarrables.

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