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Atrapada. Su cuerpo aún temblaba de miedo, se mordía las uñas para no gritar, pues estaba segura de que en cualquier descuido saldría de ella un lamento que por mínimo que fuera le daría su ubicación exacta a su atacante y, aunque no estaba segura de si él existía en realidad, no quería correr el riesgo. Podía sentir en sus labios una combinación de lo salado de sus lágrimas y sus sudor con un poco de sangre de sus dedos, no podía creer que aquello fuera real, deseaba que todo fuera producto de su mente como indicaba su doctor y su familia.

Quería soltarse a llorar pero no era el momento, debía de concentrarse para salir viva de allí, algo dentro de ella le indicaba que podría morir. No se escuchaba ruido alguno y se preguntaba por qué los demás no habían despertado con tanto alboroto, una razón más para dudar de la veracidad de la situación.

Intentó tomar otra posición dentro del baúl en el que estaba escondida para asomarse y estar segura de que no había alguien alrededor suyo antes de salir, cuando de pronto, escuchó el rechinar casi imperceptible de la puerta de su habitación, ese que solo ella reconocía, y un frío le invadió el cuerpo dejándola casi inmóvil y con dificultad para respirar, su estómago la traicionaba y comenzaba a temblar de nuevo, las manos le sudaban y las ganas de vomitar se hacían presentes como cada vez que sabía que se iba a desmayar, cada vez desde que comenzó con ese juego de contactar a seres que no pertenecen a este plano, ese juego tonto que de alguna manera la fue envolviendo, obsesionándola hasta hacerla llegar a este momento en el que ya nadie podría ayudarla, ni si quiera sus amigos con los que comenzó todo, porque todos ellos ya estaban muertos y muy seguramente su tormento había sido muy parecido al de ella.

Esperó unos segundos más antes de levantar un poco la tapa del baúl, efectivamente nadie estaba con ella, nadie, al menos, en forma física. Le daba la impresión de que todo estaba en su lugar y en calma, lo cual la confundía de nuevo porque justo antes de resguardarse en su escondite, se recordó lanzando su cenicero de cerámica a la luna de su tocador haciéndola pedazos. Terminó de levantar la tapa y se decidió a salir, cuando puso un pie en la alfombra sintió un ardor intenso en la planta del pie, lo que la hizo caer al suelo  de sentón, se revisó y eran evidentes las cortadas pequeñas en ambas plantas de los pies pero no había algún espejo roto en la habitación, o ventana rota o algo que justificara aquel daño a su doctor en su siguiente consulta, nuevamente la acusarían de autoflagelarse. A esas alturas ya no le importaba la opinión de los demás, sólo quería volver a sentirse a salvo cuando estaba sola y recuperar su tranquilidad.

La calma volvía lentamente a su cuerpo, conforme se iba dando cuenta de que todo lo ocurrido parecía ya no estar presente en donde estaba y, tristemente, todo volvía a suceder solo en su cabeza, y es que, cómo explicarlo, ni si quiera ella encontraba las palabras exactas para describir aquellos hechos, no sabía el inicio ni el final, todo carecía de orden. Mientras curaba las heridas en sus pies trataba de llevar sus pensamientos a su siguiente día, a su agenda laboral, a sus tratamientos y a todo aquello que podía conformar su día normal en su actual vida. Se dirigió a su cama para volver a dormir, revisó la hora en el reloj que tenía en su mesita de noche, eran las 3:02 am y por alguna razón y aunque su mente ya se encontraba despejada, el miedo regresaba a su cuerpo, levantó las cobijas para meterse en su cama y vio su cuerpo tendido en ella, un hilo de sangre escurría a la altura de su cabeza. Tapándose la boca con ambas manos para minimizar el sonido del alarido provocado por aquella escena, dio un paso tan rápido hacia atrás que perdió el equilibrio y de nuevo se encontró en el suelo, llorando y jadeando, no entendía lo que pasaba, si era un sueño o era real. Advirtió una presencia detrás de ella, podía sentir el calor que emanaba aquella entidad y un aroma fétido como el de un perro en descomposición llenó el lugar haciendo difícil la respiración normal.

No quería voltear, pero el silencio era tal, que pronosticaba que el no hacerlo le traería peores consecuencias y así, tirada en el suelo se puso en posición de cuatro, en lo que ella suponía estar de frente a su oponente, ya que la oscuridad del momento y sus propias lágrimas, le hacía imposible distinguir siluetas. Se disponía a ponerse de pie cuando bruscamente sintió que unas manos muy grandes y pesadas la tomaban por los tobillos arrastrándola al otro lado de su recámara, quiso gritar pero la voz no le salía, estaba asustada, angustiada y confundida, no controlaba su cuerpo, alguien más lo hacía, no controlaba su voz, pues sentía que ella no hablaba pero sí emitía unos sonidos extraños y lo que ella quería comunicar no le salía, era como estar atrapada dentro de ella misma.

Sentía que su cuello se estiraba más de lo que podría ser capaza de estirar, cuando se le permitía bajar un poco la cabeza, alcanzaba a ver que sus extremidades hacían unos movimientos exagerados, escuchaba el crujir de sus huesos, pero no sentía dolor, sólo el restirar de su piel, corría por toda la habitación, de extremo a extremo, se azotaba, tiraba cosas y se reía estruendosamente, en momentos se contorsionaba y en otros lastimaba su cuerpo con cualquier objeto que encontraba a su paso, pero seguía sin sentir nada. Logró notar que la puerta de la entrada se abría y entraba un grupo de personas a querer controlarla, hablaban, le gritaban cosas, le aventaba agua, pero todo intento era inútil, su cuerpo los atacaba y se reía de todos los que pretendían acercarse a ella.

Por momentos perdía la noción de lo que ocurría, lo último que recuerda es sentirse asfixiada, sin saber cómo, tenía un nudo enorme en la garganta que la hacía sentir una presión que le robaba la vida. Empezó a sentir un agotamiento indescriptible y el dolor corporal comenzaba a hacerse presente, a la vez que ese aroma asqueroso entraba por sus fosas nasales, no podía moverse pero esta ocasión por el daño en su cuerpo. Parecía que nuevamente estaba sola, entreabrió sus ojos y distinguió el dosel de su cama, desacomodado, con la tela rasgada, pudo sentir una humedad tibia detrás de su nuca, ya era más difícil respirar y sospechaba que mover cualquier parte de su cuerpo la haría sufrir.

Sintió que alguien quitaba las cobijas que tenía encima de ella, girando un poco los ojos pudo ver que era ella misma de pie mirando su cuerpo tendido en la cama, con los ojos bien abiertos y cara de horror. Incrédula comprendió que estaba atrapada, atrapada después de la muerte, pero su yo de pie aún no lo sabía…

¿Cómo ser un escritor?
Armando. Una misión cumplida

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