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Chuy era un niño muy inteligente, de 4 años de edad, era el mayor de 2 hermanos, y ya estaba asistiendo al jardín de niños, ese día había estado jugando con sus amiguitos tanto en el colegio como afuera de su casa con sus vecinos y con sus gracias los había hecho reír.

De repente empezó asentirse mal, pero siguió jugando cuando fue a ver a su mamá, estaba ardiendo en calentura, trataron de bajársela con fomentos de agua fría y le dieron un mejoralito, pero no se le quitaba, antes empeoraba.

Sus padres decidieron llevarlo con el doctor de la colonia, pero cuando lo hicieron el niño empezó a convulsionar en el consultorio y al revisarlo no le encontraron cual era la causa, para esos momentos Chuy no dejaba de gritar y quejarse por el dolor y tenía mucha calentura.

El doctor le dio unos medicamentos, y esperaron un rato, al no haber cambio le dijo a sus padres que ya había hecho todo lo posible, que ni los baños de hielo para bajar su temperatura habían funcionado, que se lo llevaran a su casa y que esperaba que el niño se salvara, porque su calentura era inexplicable,

“recé a Dios señora y espere un milagro, yo ya no puedo hacer nada más por él”.

Para cuando llegaron a su casa la fiebre había aumentado, el termómetro llegaba casi a los 40 grados, se le miraba espuma en la boca y sus labios estaban completamente morados, seguía quejándose, era un grito de lamentos.

Desesperada su madre fue con su vecina de nombre Ramoncita que vivía frente a su casa, era una persona de la tercera edad que tenía mucho tiempo viviendo en la colonia Nuevo Repueblo localizada al sur de Monterrey para que le dijera si había algún hospital cerca.

Ramoncita le dijo tráigame al niño, se lo llevaron, lo vio e inmediatamente se fue al patio y sacó un huevo de las gallinas que ella tenía y empezó a frotárselo por todo su cuerpo, poco a poco mientras recitaba el Credo el niño se fue quedando dormido y al terminar de curarlo de ojo la temperatura había cedido.

Déjelo dormir le dijo la anciana y un par de horas después el niño Chuyito se levantó muy sonriente y con mucha hambre como si nada hubiera pasado, todo se trató de un mal de ojo muy fuerte, que alguna vecina o su misma madre le habían provocado porque unas horas antes el niño con sus gracias los había hecho reír mucho y no le habían tocado su cabecita para evitar el mal de ojo y desde entonces cada vez que el niño se siente mal, lo primero que le hacen es curarlo con un huevo de gallina.

Aunque mucha gente no cree en los efectos negativos del mal de ojo, muchos niños lo han padecido y algunos han muerto tratando de curarlos con medios físicos, aunque no se sabe a ciencia cierta su funcionamiento se cree que al rezar por ellos cuando les pasan un huevo de gallina por su cuerpo, (es un germen de embrión, capaz de generar vida) dicen que con él se puede  absorber toda la energía negativa que haya recibido el sujeto al que le hicieron el mal.

Esta historia fue real sucedió por los años 60´s en la colonia Nuevo Repueblo en la ciudad de Monterrey le pasó a un familiar muy cercano que por suerte pudo salvarse en esa ocasión y vivir 60 años más.

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