Cuando llega la tarde y es hora de descansar, después de un día ajetreado, me encanta iluminar la sala únicamente con la lámpara que está en la esquina de esa habitación… Me da tanta paz terminar el día tomando un café, disfrutando de mi sillón favorito y estar a media luz.
Ese ambiente tan cálido, me invita a la reflexión. Me siento inspirada para analizar todo lo que sucedió durante el día.
Pienso y agradezco en todas las cosas buenas que sucedieron, la mayoría provocadas intencionalmente por mi misma, muchas otras por casualidad… Estos momentos de reflexión me ayudan tanto a darme cuenta de las muchas bendiciones que recibo cada día.
Hay tantas cosas que damos por hecho y olvidamos valorar, que por eso amo este tiempo personal de análisis a media luz. Aprecio y me siento feliz y agradecida por ver el amanecer desde mi ventana y tener una frazada calientita para calentar mi espalda. Agradezco el café de la mañana y la luz que ilumina con tan solo apretar el interruptor de la pared.
Entonces, caigo en la cuenta de que, si hay luz es porque tengo un foco que pude comprar en algún momento, quizá en la tienda de la esquina, y que he podido pagar la factura del servicio de la compañía de luz, todo esto, porque he tenido el dinero más que suficiente para hacer las compras y los pagos, lo que me califica como parte esencial para la activación de la economía de mi país.
Agradezco el agua y el jabón con que lavo mi cara y la toalla con la que me puedo secar, el cepillo con el que puedo desenredar mi cabello, y la ropa que me viste y los zapatos que puedo calzar.
Y así, a media luz, también pienso en lo que puedo hacer mejor la siguiente vez y en lo más importante que haré al siguiente día.
Toda esta reflexión a media luz, hace que en mi alma brille con toda intensidad, la esperanza de un mundo mejor.
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