En la necedad que sentía que brotaba a borbotones desde el fondo de su alma por llevarle la contraria a la macabra bruja mayor, esta sin compasión profirió sobre su cabeza una maldición, la princesa buscó desesperadamente el amor hasta en lugares sórdidos, oscuros y baratos.
Besó y cabalgó a cada sapo en sus noches de tormenta en la compañía taciturna de la luz de la luna carmesí, con la esperanza de encontrar a su deseado príncipe azul.
Rojo escarlata, pasión, depravación, hedonismo, fascinación, el maleficio envenenó sus venas. ¡Ganó la reina madre!
Tal vez, si la princesa lo hubiese intentado, el hechizo se habría roto, pero ya era demasiado odio, demasiado el dolor, demasiadas cicatrices, demasiada podredumbre en su interior.
Ahora se consume a la par del deseo que quema constante su vientre: lujuria, gula, avaricia por tener lo que no le pertenece.
La Bruja…
Degusta y se atraganta en el afán de poseer ya solo por placer, en empuje de la mitad de un ser, amontonando el corazón y restos de cada insulso en un perol, atravesada taxonomía de su colección para que nadie más lo pueda poseer… Si no fueron para ella, ¡tampoco serán de ninguna otra mujer!
Más de un pecado cocinándose a fuego lento en sus brebajes sin pócimas… Princesa oscura, perversa, despiadada como la guerra y la hambruna que sale de caza con su parvada de cuervos en noches de luna..
Coleccionista… ¡Urge una nueva víctima para sacarle el corazón y beber su sangre!
El cuerpo celeste se pinta cómplice, sabe que todo tiene un precio que requiere ser pagado a como de lugar y se excita testigo ante la hoguera de tanta inmundicia…
La bruja relame su maldición. ¡Cueste lo que cueste! Tendrá otro hombre, sus labios, sus ojos, su sangre, sus huesos… ¡su corazón!
(Modificado para complementar los caracteres de la redacción. Online con el permiso de la escritora y poeta YUME CR- Bruja de letras)
