La velocidad aminora conforme recorro las avenidas, en día sábado. Las fachadas de las casas me saludan, hoy si hay tiempo y no como los días lunes en donde todos disputamos ser los primeros en tomar nuestra ruta.
Escasa gente en las paradas de autobuses, mientras una señora vacía el nixtamal en su molino, pronto han de llegar los clientes. Me gusta contemplar en sábado, cuando la situación no explota y está en completa calma.
La vida se convierte en una algarabía de ingredientes que nuevamente me inspiran y sé que los dedos tienen que realizar su danza por las teclas de mi computadora. Tiene que ser hoy en donde le dé vida, a lo que vivo, a lo que admiro.
Los pocos árboles que permanecen erguidos son ahora robustecidos por los frutos que han de presentar en el próximo otoño. Todo regresa a su estado original, el caos permanece dormido en día de asueto, la armonía es una melodía que se escucha en sosiego.
No dejo que las noticias me roben mis pensamientos, la serenidad ha sido mi aliada desde aquel día donde decidí qué ruta tomar. Son tiempos extraños, el reposo es un estado de placidez. Observo, mi corazón late y se reinventa con cada sonrisa, con la diversidad de sentimientos cuando me quedo mirando fijamente a lo que es injusto y sufro por ello. El amor es la emoción que impregnamos con compasión a los que menos tienen tendiéndole la mano y ver de qué forma poder apoyarlos.
Cuando se es generoso, cuando está despejada nuestra mente, nos expandimos a través del recreo, en el suave vaivén de los árboles, en la ruta del ave dejando su rastro en el cielo, en la mirada del que por más que trata no todo le sale bien, en la del bueno. En la caricia de quien la necesita, en el abrazo. En lo simple más que lo complejo. La vida me pasea en una maravillosa sincronía que no deja de asombrarme. No tengo bienestar cuando atosigo a las palabras, necesito echarlas al aire y es ahí que se forman mis oraciones dándole importancia a mi recorrido.
He descubierto que si dejo en silencio lo que capto con mi mente y no lo plasmo en las hojas blancas, muere algo de mí. Por eso, me gusta contemplar en sábado.
Edgar landa Hernández.
