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-¿Oyites el ruidero Jacinta?-

¿Cuál ruidero José? A no ser que haigan sido tus tripas, ¡porque tú siempre tienes hambre!

-¡No mujer! No me refiero a esos ruidos, ¿No escuchates justo antes que cantara el gallo que se oyó una explosión allá arriba donde duerme don Goyo? Todos en el pueblo están muy asustados, dicen que se acerca el fin de mundo, ¡que algo grave pasará! ¡Y está cayendo ceniza!-

Pos ya sabes que yo me acuesto a dormir, es mucha la friega que paso durante todo el día mientras tú te vas a la parcela, ¡como para estar pendiente de los ruidos! Además, mi madre siempre decía ¡que los flojos y los locos siempre hacen suposiciones!

-Ay vieja, tu luego luego a la defensiva, ¿pos qué comiste gallo?-

Te lo he dicho dendenantes José, solo que tú eres rete tarugo, y más terco que la mula “inacia” Te lo he dicho mil veces y ancina te lo vuelvo a repetir. ¡El volcán algún día explotará por completo! ¡Que Dios nos agarre confesados! Pero creo que para eso ¡aún falta mucho!

-¿crees eso vieja?-

¡Pos claro que sí! Recuerda que desde que llegamos aquí así ha sido, ¡solo puros sustos! Pero ya nos acostumbramos. ¡Órale! Ya no te hagas bolas y prende el fogón para que te prepare tu café, se nos está haciendo tarde y debo de ir a ver a la comadre Domitila que me encargó unos quelites desde antier y es la hora en que no se los llevo.

-Gueno, gueno, está bien, pero no te esponjes-

Este José siempre debe de estar de miedoso, ¡caray! Por él compramos este pedazo de tierra hace más de 40 años, porque jamás le gustó vivir en la ciudad. Como dice él, en la ciudad la gente siempre se anda peleando.

¡Que por esto! ¡Que por el otro! ¡Que porque si tienes mucho! ¡Que porque si no tienes nada! La ciudad es mala consejera, jamás duerme y siempre está al acecho del más tarugo, ¡para tragárselo en sus vicios! Se han vuelto egoístas.

Y aquí en el rancho, ¡es tan diferente! Me gusta ver a José cuando se levanta temprano, se pone su sombrero y va a cortar la leña. Nuestros hijos ya están casados, pero a ellos jamás les gustó el campo, ellos si le entienden a la ciudad, y de vez en cuando nos vienen a visitar y nos traen cositas.

Eso sí, siempre les he dicho que no vuelvan a traerme de esos frijoles enlatados, yo prefiero los que hiervo en mi cazuela, en el fogón y les pongo una ramota de epazote pa que sepan mejor. Y todavía aún más, cuando preparo la salsa martajada que tanto le gusta al José, con un pedazote de carne salada con su bordo gordo de grasa, eso sí, es un placer verlo como Traga el ingrato.

¡No tiene llenadera! Se lo merece, porque trabaja más que la mula “inacia”

Aquí hemos pasado los mejores años. La montaña es nuestra vida, lo es todo. Tenemos a nuestros animalitos, y si nos dan ganas de comer pollo, le apretamos el pescuezo a uno de ellos y nos lo comemos. ¡Aquí nada nos hace daño! Comemos sin prejuicios y sin miedo.

Aquí viven nuestros compadres, nuestros amigos de toda la vida. Todos nos ayudamos cuando necesitamos o nos hace falta algo. Bien recuerdo cuando se murió la “Chona” la esposa del compadre Quirino, entre todos cooperamos para su cajón y para los rezos, porque se dejaba venir todo el gentío para acompañar a la comadre que en esa época andaba bien sentida y sin dinero.

¡Yo hice más de cien tamales rancheros y todos se acabaron!

-Jacinta. Jacinta, ¿onde tas que no te diviso?

Pos que serás tan tarugo José, ¡Te estoy preparando tu desayuno!

-Sabes Jacinta, creo que tienes razón acerca de don Goyo. El día que haiga de explotar, que explote, Dios tiene la última palabra-

Pos es lo que te he estado diciendo siempre, pero tú no tienes fe, ¡ingrato!

Bueno. Ya deja la leña en el brasero, y siéntate; ¡vamos a desayunar como Dios manda!

Tobi Nieto pone la razón por encima del amor en 'Mi corazón desordenado'
McGuire y Melissa Calderón le cantan a la incertidumbre del amor en 'Algún fin'

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