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– Estoy escribiendo un nuevo libro. Es un proyecto que tenía pensado tener publicado el mes pasado. Ya estamos casi a mediados del siguiente mes y mi libro apenas lleva poco más de la mitad. No quiero abandonar el proyecto porque realmente es algo que estoy disfrutando, sin embargo, no puedo negar que me sentí algo decepcionada al ver que el mes terminaba y mi libro sigue en proceso. Los otros libros que he escrito, han estado terminados y publicados en los tiempos programados… ¿entonces porqué este no?

Entonces, intenté descubrir qué había fallado en mi plan, que impidió el que pudiera cumplir con la fecha de publicación que me había planteado. Los tiempos y horarios de trabajo que establecí para este proyecto, los he cumplido de manera disciplinada. Cuando algo me ha llevado a dejar un momento mi trabajo, por breve que sea ese tiempo, tan pronto como me es posible retomo la tarea y no sólo repongo el tiempo, en muchas ocasiones incluso le dedico algunos minutos más.

Mientras trabajo, evito en la medida de lo posible las distracciones. Alejo el celular, evito tener programas en la televisión, pongo música clásica en tono moderado para ambientar mi zona de trabajo… entonces ¿en qué estoy fallando?

Cada hijo tiene su propia personalidad

Una tarde de esta semana, durante el tiempo que dedico a estar con mis hijos, en silencio observé la manera en que se comunican entre ellos. Son tan diferentes, tienen conceptos y valores tan distintos y, a la vez, tienen la maravillosa virtud de respetar sus diferencias, compartir sus experiencias y defender sus argumentos.

Mis hijos ya son adultos, y por un momento llegaron a mi mente algunos recuerdos de cuando eran pequeños y cómo fue mi relación con cada uno de ellos, desde ayudarlos a dar sus primeros pasos, hasta llamarles la atención o darles algún remedio para una garganta irritada, una rodilla raspada o un corazón lastimado por algún fallido amor.

En ese momento lo comprendí todo. No fallé con mis hijos, tampoco estoy fallando con mi libro. Cada hijo, cada libro, cada proyecto, tienen su propia personalidad, única, mágica y maravillosa. Cada uno requiere de manera particular su propio tiempo, su trabajo, su esfuerzo y una enorme dosis de amor, cada uno a su manera, pero sin que les falte ni uno sólo de sus días.

Ya no tengo prisa y sigo avanzando

Sigo escribiendo mi libro, pero ahora sin la presión del tiempo y, curiosamente, ahora estoy avanzando más. Las ideas fluyen con mayor ligereza y libertad. Sigo cumpliendo con disciplina mis tiempos dedicados a este proyecto, sin prisa pero sin pausa… Las palabras ya no las dicta el calendario, ahora sólo dejo que me guíe el corazón.

Y de la misma manera que pude ver que lo hacen ahora mis hijos, sé que, cuando este nuevo libro esté terminado, también tendrá la maravillosa virtud de respetar diferencias, compartir experiencias y defender por sí sólo sus propios argumentos.

Un nuevo libro que, cuando sea un «libro adulto», sé que estará haciéndote compañía en tu buró.

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