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La siguiente historia narra los acontecimientos ocurridos del 17 al 26 de junio de 1992 en un pequeño pueblo del estado de Guanajuato, desde la perspectiva de tres habitantes del lugar:
El padre Alonso Núñez párroco de la iglesia de san Miguel arcángel, llamado cariñosamente por el pueblo «san Miguelito». La señorita Nayeli Rubín sobrina del presidente municipal del lugar y el comandante de la policía municipal Álvaro Cervantes.

Conversación entre el Padre Núñez y el Padre Cuellar.


– ¡Bienvenido padre! – dijo el sacristán de la parroquia.


-Gracias Poncho- Respondió el padre


-Está en la sacristía- El padre de 60 años camino hacia la sacristía ubicada al fondo de la parroquia, dentro de esta se encontraba una persona de unos 60 o 70 años su larga barba adornaba su rostro, al verlo entrar dejo lo que estaba haciendo y lo saludo.


-Alonso ¡bienvenido ¡Qué te trae a la ciudad de San Luís Potosí? – dijo el padre Núñez.


-Me alegro de verte Rubén, pero solamente pasaba por aquí, voy camino a la huasteca- respondió el padre Cuellar.


-Si no te incomoda, ¿terminaron los problemas en tu pueblo? -pregunto el padre Núñez.


-Sí y no, pero los acontecimientos están bajo una nube de misterio que no me creerías, aunque lo escucharas- El padre Cuellar fue a su escritorio y vio uno de los libros que tenía encima y dijo – tengo toda la tarde, si me aceptas un chocolate-


-Acepto el chocolate-respondió el padre Núñez.- Ambos dejaron la sacristía y fueron a la casa detrás de la parroquia, donde comieron y charlando de diversos temas.


-Ahora cuéntame- dijo el padre Rubén


-¡Mira! el pueblo donde soy el párroco ha pasado por varias pruebas y esta fue la mayor- dijo el padre Alonso tomando una taza con chocolate, y dándole un sorbo a este continuo-Para no perder detalles lo diré sin pausas, pero no me hagas preguntas.


-Entiendo no hare preguntas- respondió el padre Alonso.


Continuo el pueblo estaba mal tanto en lo económico como en lo moral, sumandos a la poca lluvia que había caído en los últimos meses el campo no era lo bastante productivo.


Los meses siguieron y la crisis aumento, los campesinos eran robados, asesinados sin ningún motivo aparente; la autoridad no pudo hacer nada contra esa gente, el alcalde no daba crédito a lo que pasaba, por mi parte intenté consolar al pueblo, pero no pude.


Por esos días fui requerido en la capital por asuntos de la diócesis y me quede con el padre Agustín un buen hombre que conocí hace varios años, le comente lo que sucedía en el pueblo, me pregunto ¿qué hacían para controlar eso?, al ver mi desesperación me dio una serie de consejos, por último tomo una tarjeta escribió algo en ella y la metió en un sobre del tamaño de la tarjeta, la sello y escribió una E en él, envió a Jorge -un monaguillo que se encontraba cerca- por Mateo para que me acompañara a un sitio que no me explico hasta llegar allá.


Recorrimos casi toda la ciudad hasta llegar al municipio de Coacalco nos dé tuvimos a un lado del número 4, Mateo salió del carro volteo a ambos lados y pego el sobre en el poste que estaba al lado de dicho número.


Regresamos cerca de las dos de la tarde, después de comer me dijo el padre Agustín que no me separara del teléfono en lo que resta de la tarde, le pregunte ¿por qué? el me contesto que acaba de llamar a la ayuda.


Casi a las siete de la noche llamaron por teléfono preguntando por mí, conteste el teléfono y la voz me preguntaba dónde nos podríamos ver, los cite a las once de la mañana cuando terminara la misa de diez, luego dijo no podrá reconocernos ni nosotros a usted al menos que digamos esto «el sol está brillando» usted tendrá que contestarnos con estas exactas palabras «pero es más hermoso el ocaso», lo podremos decir en una conversación o así pero no cambie ninguna letra, después de despedirse colgó.


Al día siguiente se celebró la misa de diez y la gente se retiraba deje la puerta medio abierta y me puse a rezar, cuando escuche pasos detrás de mí, era de un muchacho yo calculo que no pasaba de los dieciocho años vestido con un traje café excepto que no llevaba corbata.


Me saludo y le dije que la iglesia estaba cerrada, el solo me respondió diciéndome -«disculpe solo quería ver si el sol está brillando aquí adentro»- me tomo por sorpresa dichas palabras así que le conteste – si brilla, pero es más hermoso el ocaso- inmediatamente se sentó y yo justo a él.


Después de unos minutos él se presentó como Halcón, yo no entendí por qué me dijo eso, luego añadió me dijeron que usted tiene un problema así que yo estoy aquí para ayudarlo.


Mire no sé si pueda ayudarme, pero le diré el pueblo en el que vivo es azotado por una serie de crímenes que van desde el robo hasta el asesinato la gente tiene miedo hasta las autoridades en cuando atrapan a uno, pero lo sueltan a los pocos días la gente se va.


Halcón se quedó en silencio unos minutos y me respondió, si quiere que vayamos ahí y acabemos con ese asunto está dispuesto a todo y cuando digo a todo es hasta perder el respeto de la gente.


Me quedé pasmado por lo que me dijo así que le respondí que sí, luego me pregunto qué ¿con quienes se puede confiar?, le respondí que con la sobrina del alcalde y con el jefe de policía.


Alguna cosa más me dijo, pero no puedo repetirlas lo dijo como una confesión, después de hacer unos garabatos con el dedo me dijo vamos a hacer lo siguiente…

Continuará…

Ponerle sal al postre
Bruja en las calles de Guanajuato

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