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«Las discusiones se multiplican como si todo fuera dudoso, y estas discusiones son llevadas con el mayor calor, como si todo fuera cierto.» – David Hume, Tratado de la Naturaleza Humana

Vivimos en un mundo donde las percepciones de una misma realidad son diversas. Si hay algo cierto dentro de las diferentes interpretaciones de la realidad, es la subjetividad. Pero ¿a qué se debe este fenómeno? ¿no estamos todos, mal que bien, dotados de los mismos sentidos y de la misma capacidad de raciocinio? ¿no respondemos a la misma lógica y al mismo marco de referencia de los sucesos? Por siglos, los filósofos han tratado de explicar no sólo la realidad, sino las diferencias metodológicas que llevan a una conclusión u otra. Al final del camino, encontramos que no hay «final del camino», porque sencillamente, no hay una sola «realidad» (si consideramos que la «realidad» es sólo una interpretación subjetiva de la realidad objetiva).

La realidad objetiva es todo aquello que existe. Es el conjunto de cosas, fenómenos y relaciones entre cosas y fenómenos, que conforman un sistema regido por leyes, sean naturales o no. Esta misma definición, es sólo una interpretación de la realidad objetiva, y aunque pretende ser una definición lo más objetiva posible, no deja de ser subjetiva, pues el lenguaje con que se forma, está lleno de términos subjetivos (cosa, fenómeno, relaciones, sistema, leyes). Ante esta limitación, encontramos que la «lógica» y la «certeza» de las cosas, dependen de un marco de referencia que otorga valor o descrédito a una interpretación. Cuando hablamos de «sentido común», hablamos de que la interpretación es acorde a un marco de referencia común, o mayoritariamente común, pero que no deja de ser subjetivo, y por lo tanto, la interpretación que pende de él, también lo es. Sin embargo, eso no debe causar desconsuelo. Analicemos un poco más a fondo.

La realidad la captamos por nuestros sentidos y nos provoca una impresión. La impresión nos permite generar una idea de la cosa que percibimos; luego podemos interpretar su apariencia y conceptualizar sus propiedades (la idea conceptual). La persistencia de los fenómenos nos permiten extrapolar los conceptos a otras realidades similares (incluso que no hemos percibido pero creemos que pueden existir), de modo que establecemos teorías que de comprobarse derivamos en leyes. Estas leyes, con los medios suficientes, nos permiten reproducir el fenómeno y entonces podemos transformar la realidad.

  1. realidad >> (sentidos) >> impresión >> idea primitiva
  2. idea primitiva + marco de referencia conceptual >> idea conceptual
  3. idea conceptual + marco de referencia teórico >> interpretación de la realidad (teoría, modelo, métodos)
  4. teoría, modelo, métodos + trabajo >> transformación de la realidad

Este modelo permite comprobar la objetividad de los marcos de referencia, a partir del resultado de la transformación de la realidad (si los marcos son acordes con la realidad objetiva, o sea, si se trata de una «verdad»). En ciencias exactas, es relativamente sencillo de aplicar, no así en las ciencias humanísticas (vg. ciencias sociales, ciencias políticas, etc.), dadas sus características complejas, pero sí podemos identificar cuando hay marcos de referencia «viciados» o dogmáticos con base en otros ya comprobados.

Imagen: Los recursos humanos

Interpretar la realidad social, política o económica, pende de marcos de referencia teóricos en constante cambio. La cultura reinante es un elemento sensible -entre otras cosas- a la época y al lugar , donde las tradiciones, que son lo que permanece más tiempo constante, guardan estrechas relaciones con ideas dogmáticas o bien sus orígenes se han perdido en el tiempo. Tenemos que ese tipo de realidades son objetivas sólo en un punto dentro del espacio-tiempo, por lo que interpretarlas en ese único punto no es de mucha utilidad; hay que interpretar todo un conjunto de puntos adyacentes para determinar una tendencia o un proceso.

Afortunadamente (para el fin de los análisis), la velocidad de cambio en los marcos de referencia sociales, es lo suficientemente lenta para permitirnos identificar las realidades antes que se desdibujen al grado de convertirse en otra cosa. Nuestro problema en el inmediato no es ese. Nuestro problema es la multiplicidad de marcos de referencia teóricos, todos actuando a la vez, muchos de ellos empíricos y/o aderezados con dogmas. Encontramos entonces la existencia de «niveles de realidad», cada uno de los cuales, se deriva de un nivel de interpretación subjetiva de la realidad que pende de sendos marcos de referencia. No es lo mismo ver el fenómeno de la migración desde la perspectiva del emigrante, que verlo desde la perspectiva del indígena (el oriundo de esa tierra). Según su origen, cada observador está expuesto a factores que definen su criterio. Esos factores, no son otra cosa que elementos que pertenecen a uno o varios marcos de referencia, en este caso, sociales. Entendido esto, abordemos las diferencias en los criterios entre miembros de una misma comunidad, aquellos que comparten un mismo marco de referencia.

Además del marco de referencia y su grado de influencia dentro de nuestro modo de ver el mundo, tenemos otros factores que inciden en nuestro criterio, tales como la experiencia personal, la capacidad de entendimiento, análisis y síntesis; el manejo de las emociones, los rasgos de personalidad y el nivel de consciencia (o más correctamente, el nivel de nuestras consciencias), siendo el más importante, este último. La consciencia es en sí misma, un marco de referencia interno e individual, que se desarrolla con la adquisición de experiencias propias y ajenas que aportan un conocimiento a lo largo del tiempo. Cualquier tipo de consciencia, por lo tanto, está delimitada por las vivencias y las respuestas internas que estas nos generan, aunque siempre es posible ir más allá integrando a nuestro catálogo otras vivencias externas en modo empático, es decir, «ponerse en los zapatos» de otro u otros. Aunque el desarrollo de una consciencia, también es «afectado» por los marcos de referencia subyacentes, representa un avance hacia formas de ver el mundo más amplias y objetivas.

Podemos decir, que independientemente de la realidad objetiva, el nivel de realidad en el que estamos «atrapados», está en función del nivel de desarrollo que nuestras consciencias hayan alcanzado. Podemos tener una consciencia social muy desarrollada y una consciencia política poco desarrollada. Todo depende de nuestras vivencias, de cómo las procesamos y bajo qué marcos de referencia; de la información con que contamos y de nuestra capacidad para analizarla. Sin embargo, existe un tipo de consciencia que sólo depende de las características básicas para la sobrevivencia en grupo del Ser humano. Se trata de la «consciencia de especie«. Aquí no median las formas culturales, políticas ni sociales, pues nace de un racionalismo que sólo toma en cuenta al ente humano gregario sin importar su entorno.

En otro artículo hablaré a detalle de la Consciencia de Especie.

Crisis de partidos y descontento social
La gran labor de los médicos residentes

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