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Érase una vez y otra también, porque sigo igual, no he cambiado, unos años más, unos años menos, todo es del color del cristal con que se mira y si no me creen, escuchen lo que me pasó.
Fue un viernes, lo recuerdo bien, porque yo veía a mí novia Alicia sólo los fines de semana, y ese día precisamente, se me quemaban las habas por llegar a verla; pero por un compromiso de trabajo me había retrasado un poco, y además estaba bastante lejos de su casa, casi una hora de camino, eso si no me topaba con alguna manifestación  —barzonistas, maestros, o quejosos en general—,  ya ven que nunca falta, hasta parecen estar de moda, aunque la verdad son raras aquí, en Querétaro; aquí antes todo estaba cerca, pero ahora ya hay horas pico y el tráfico se vuelve insoportable.


Por lo mismo, en cuanto me desocupé salí volando a esperar el camión, iba con toda la ilusión, pero sin cambio para el pasaje, por lo que decidí comprar alguna golosina para  Alicia y para mí, y cambiar el billete con la foto de Sor Juana… ¡Sí! La de hombres necios… Era quincena, no es que les presuma, sino al contrario, ése día había conocido en persona esos billetes; algo me habían contado y hasta los había visto en la tele con Jacobo. Sí, ya sé, ya llovió, pero así son las viejas historias llenas de ayeres; en esos tiempos no había muchas opciones en la tele.


Ah, pero en qué estábamos… ah, sí, ya me acordé, en lo del cambio. Así que decidido a despedirme de la ilustre poetisa saqué mi billete y entré atraído por el rico aroma del pan recién hecho en una donería, sí, donería, lugar donde venden donas y no donan nada.

No sé por qué ese lugar oliendo tan rico estaba más sólo que una carnicería a las seis de la tarde, pero ¡oh! sorpresa, pronto lo descubrí, las donas costaban 4 pesos; de pronto ya estaba adentro.
—A sus órdenes joven —dijo una amable señorita.
—Que rico huele —dije yo—, a rico pan recién hecho —me apresuré a decir para que no fuera a pensar que me refería a ella. Y ella sólo sonrió.
—Me das dos donas por favor (una para Alicia y la otra para mí).
—¿De cuáles le doy?
—¿De qué sabores tienes?
—Aquí está la lista, hay de todas menos de cajeta.
Nunca había visto una lista tan grande de sabores de donas: azucaradas, vainilla, fresa, chocolate, coco, cajeta, glaseada, rellenas de fresa y frambuesa.
Y la lista seguía ya que había unas combinadas.
—Entonces deme 5 de cajeta, por favor.
Ella volvió a sonreír, entendió mí broma y me recordó:  —no, de cajeta no hay.
—Dame una de coco y la otra de chocolate.
—Tenemos una promoción —me dijo muy insistente. Ha de llevar comisión, pensé.
—Si lleva tres paga sólo diez pesos —me explicó.
En mí memoria rápidamente multiplique, 3X4=12… 2 pesos de ahorro, que ganga, esto es economía, me dije.
—Deme la otra de nuez por favor— y en una bolsa colocó las donas: una de coco,  otra de chocolate y otra de nuez.
—¿Algo más?, tenemos malteadas.
—No, gracias —respondí.
—Son 10 pesos.
Saqué mí billete y le entregue a Sor Juana con todo el dolor de mi corazón.
—¿No tendrá cambió? —preguntó; clásico, pensé.
—No, creo que no… déjeme ver —eché un vistazo a mi cartera a sabiendas que no había nada. Ella tomó mí muy estimado billete y se dirigió a la caja, tomó un billete de a cien, uno de cincuenta, y dos de veinte y me los entregó.
—Aquí tiene su cambio, gracias.
—Gracias a usted —le contesté, y salí con mi bolsa de donas rumbo a la parada del camión pensando en mí abuela, que Dios —que de eso estoy seguro— la tenga en su gloria.

Las abuelas son son perfectas, te consienten, no te regañan, ay ni hablar, lo realmente hermoso de este mundo son sin duda las abuelas, yo la recordé ese día porque ella siempre decía “Todo es más barato por docena”, y yo acababa de comprobarlo, $3.3333333333 cada dona, no es lo mismo que cuatro pesos; y así entre divisiones y recuerdos llegué por  fin a la esquina.


Mí problema del cambio se había reducido a la décima parte porque ahora pagaría mí pasaje con un billete común y corriente de veinte pesos, y digo corriente en el buen sentido de la palabra, porque a finales de quincena 20 pesos son una fortuna.


¡Híjoles!  6:25 p.m., ya es tardísimo, que desesperante cuando quieres volar para estar con tú novia.

Ahí viene un camión, ruta nu..me..ro… no sé, ni siquiera alcancé a ver el número. Ahí viene otra, la 72, no, no es, yo tenía dos opciones, la 62 o la 140, cualquiera de las dos me dejaba cerca de la casa de Alicia; con la 62 caminaría más, pero daba menos vuelta, y la 140, me dejaba más cerca pero rodeaba mucho.


¡Chin! Por qué no seré rico para pagar un taxi, porque les juro que los taxis pasaban a vuelta de rueda enfrente de mí, tentándome a despilfarrar mi dinero, pero niguas, ya había hecho el gastó de las donas y además, mugres taxis, cuando los necesitas nunca están, hay viene otro camión, ¡lotería!… era la ruta 140, me apresuré a hacerle la parada, la verdad no tenía gran caso, había muchos ahí que se subirían en el mismo camión, todos levantaron la mano.

Yo iba a ser el primero en subirme, y por la hora que era, los asientos disponibles serían escasos; dicho y hecho, fui el primero en subir, abusados y abusivos primero, pagué con billete color azul Cancún, ¿seria coincidencia que en aquel tiempo estaba Don Quintana Roo en los billetes de veinte pesos?, quizás.
—Pásele cuando baje le doy su cambio —me dijo el chofer.

Esto lo hacen por si se le olvida a uno, bueno ni modo de reclamar, atrás de mí estaba una señora con dos niños y dos personas más esperando que los dejará pasar, y que creen, otra vez lotería, cuatro asientos vacíos, uno para mí y los demás para la señora y los niños.

No cabe duda, era mí día de suerte, me senté de lado de la ventana, sólo para ir bobeando y ver el ir y venir de las personas, eso me distraería y así se me haría más corto el viaje, debo reconocer que me gusta ver a las personas y criticar o inventar historias acerca de sus vidas, y sólo viendo su actitud al caminar, por ejemplo, ése señor ya se le hizo tarde pues va caminando como el sargento Pedraza, en cambio esas personas son de seguro  turistas, y ese par de tórtolos por el momento están en otro planeta, y yo aquí sólo envidiándolos.

Bueno no por mucho tiempo, pensé.


Ya tranquilo y sin problemas, con la bolsa de donas en mis piernas vi la hora 6:42 p.m., el camión al fin sé movió, yo tranquilo volví a ver mi reloj, no pasó ni un minuto…6:42 p.m., bueno, suele suceder, ¡ay! el tiempo siempre tan exacto, nunca antes ni después, aunque a veces sintamos que pasa lento y otras veces ¡Ay, caray! más lento aún, 6:43 p.m. y el camión no lleva ni media cuadra, bueno yo seguía tranquilo, y empecé a pensar en Alicia.

Ayer en la noche que hablamos por teléfono nos habíamos disgustado un poco, ella me preguntó acerca de mí compañera de trabajo y la noté un poco celosa y ¡oh! error, le pregunté ¿te dan celos?, y que empieza, —¿debería? dime, hay algo qué no sepa.


—No, amor cómo crees .
—Entonces por qué piensas eso, no tengo motivo para estarlo, ¿verdad?
—Desde luego que no, amor.


Bueno, para que les cuento más, hoy viernes de quincena, a algún lado iríamos y aprovecharíamos para la siempre dulce reconciliación, desde luego, a donde a mí cuñadita y su novio se les antojara ir, no dejaban salir a mí Licha si no íbamos con su hermana mayor, y eran ellos los que decían a dónde y qué hacer, algunas veces al cine y ni siquiera preguntaban, lo  bueno es que de algún modo a nosotros lo único que nos importaba era estar juntos y siempre nos las ingeniábamos para estar a solas un rato, no nos costaba mucho trabajó, porque obviamente mí cuñada y su novio también buscaban  un momento para estar a solas.


Ellos eran más grandes y cómo que todo lo que hacían se nos hacía aburrido a Licha y a mí,  con decirles que algunas veces íbamos a librerías porque les gustaba comprar algunos libros y pasaban horas escogiendo cuál, y como se nos hacía aburrido les decíamos “los esperemos en el coche”, que era de Carlos el novio de mi cuñada y ahí en el auto la pasábamos muy bien.


¡Ay Dios! Que tendrán los viernes de quincena que hacen que todo el mundo salga a la calle.

Mugre camión ya está lleno y apenas estamos frente al teatro de la República. “Ya llegaré”, me dije con voz tranquila, me relajé y vi mí reloj, las 7:00 p.m. ¡Caray! Hubiera podido tomar un taxi de no haber comprado las donas, hasta eso no huelen tan mal, aparte me ahorré dos pesos, el camión me salió gratis ¡ay! No sé me vaya a olvidar el cambio, porque si no, si que la amolamos, en verdad huelen rico las donas, además por $3.3333 cada una no deben estar mal ¿o si?, y justo en ese momento pensé, tres donas entre dos personas, nos toca exactamente de a una y media, va hacer un relajo,  yo creo que mejor me como una y así quedarían nada más dos, y cuando llegue con Licha nos toca de a una, mejor así, sin tanto relajo de estar partiendo medias donas.

Sí, dije, siempre me han gustado los números redondos, me comí obviamente la de nuez, ¡exquisita! Valió la pena…a qué la canción, las 7:15 p.m. y apenas por el seguro, alguna vez trabajé aquí en el seguro social en el departamento de prestaciones sociales; un amigo y yo éramos los encargados del teatro, un trabajo increíble, lástima del sueldo.

Recuerdo a Pedro, que era el nombre de mi amigo, decía “aquí tú haces como que trabajas y ellos hacen como si te pagan”.

Pero fue una buena experiencia, vi varias obras de teatro que junto con la música son mi pasión, son de esos trabajos que pagaría por hacer, pero si quiero bocho y boda hay que buscarle y en eso ando.


Suben, bajan, que lata… no cabe duda, ay que ahorrar y comprarse un bocho, creo que mí primo Benjamín está vendiendo el suyo, le voy a decir que me lo dejé en abonos chiquitos. “No se te vaya a olvidar el cambio”, pensé.

“Licha, en verdad te van a gustar las donas” pensé otra vez, las…. me corregí “la dona”, una es de ella y la otra mía. ¿Por qué no me he de comerme la mía? Saqué la de coco y estaba mejor que la de nuez.


7:22 p.m. Ya pasamos lo difícil, pronto estaremos en la Plaza de Toros y de ahí rápido en la colonia.  ¿A dónde se le ocurrirá ir está vez a mí santa cuñada?

Ojalá que a comer unas tostadas, o unos guajolotes a la Cruz, porque tengo un poco de  hambre, sí,  ojalá a la Cruz, aunque a lo mejor a mí Lichita se le antoja algo más romántico, ella siempre tan romántica, cuándo vamos a un café o algún restaurante me convida de lo que pide.

Romántico, eso es, debo ser más romántico, son los pequeños detalles los que cuentan, ya está, voy a comerme la mitad de está dona de chocolate y guardaré la mitad para Alicia, pensé, y le diré amor me estaba comiendo está dona y me acordé de ti, y te guardé la mitad, eso sí es romántico, y puse manos corazón y boca a la obra, la media dona de chocolate estaba más rica que las dos anteriores, guardé la mitad y quedé convencido de que está vez había hecho lo correcto.

En el asiento de al lado, había un niño, que cuándo me estaba comiendo la mitad de nuestra dona de chocolate, me hizo sentir mal de cómo me miraba, ese mismo niño gritó mamá mamá mira la Plaza de Toros.

—Sí hijo ya la vi, pero no grites.
—¿Ahí viven los toros?
—No, Diego los toros viven en el campo.
—Son muy malos los toros.
—No, pero son muy bravos.
Ay, los niños, a veces me imagino cómo serán nuestros hijos, Alicia hermosa, ojalá
tengan el color de tus ojos.
Ya quería llegar y verla, él domingo a las 7 fue la última vez que la vi, y la recuerdo con sus jeans y lo que me dijo: —voy ha extrañarte mucho.
—Yo más —le dije—, mil veces más que tú.
Como que el mil es un número que me gusta.
—Mil topes.
—Mil veces más que tú.
Y mil veces o más me he dicho , no debes ser exagerado ,después ni tú mismo te vas a creer o a lo mejor de verdad me creo mis mil exageraciones.
—Mamá ¿y las vacas son las esposas de los toros? —volvió a preguntar el niño.
—Sí, mi amor, las vacas son sus esposas.
—¿Y verdad que las vacas nos dan la leche y también la mantequilla y los quesos?
—Sí, cariño, todo eso nos dan las vacas.
“Ya cállate, Diego”, me dieron ganas de decirle al niño que no paraba de preguntar todo sobré la vida de los toros y las vacas, pero me llamo la atención la paciencia de su mamá, con que ternura lo trataba, siéntate, no grites, y a todo le contestaba, si antes dije que las abuelas son lo maravilloso de este mundo, las mamás son las campeonas mundiales del amor y la compresión. Ay, mí Alicia ya te imagino de mamá siendo tan tierna, me muero por verte, amor.
7:31 p.m., ya estábamos por la Plaza Santa María, de aquí en adelante un semáforo y algunos miles de topes serían los únicos y últimos obstáculos por librar, no sé te vaya a olvidar el cambio, bajan y bajan y vuelven a bajar, ya casi llegamos; nadie sube, sólo faltan unas cuadras para la terminal, me levanté para ir por mí cambio una calle antes de donde tenía que bajarme.
—Mí cambió, por favor —le dije al chofer.
—¿De a cómo era su billete? —me preguntó
—De a veinte.
—Ah, sí, aquí tienes.
—Bajan en la esquina, por favor.


Y ahí estaba, a dos cuadras de la calle donde vive mí amor, no cabe duda, estaba aprendiendo a ser romántico, se me notaba, lo sabía, pero había que comprobarlo, para lo cual, me acerqué a la vidriera del súper de la esquina y ahí me vi… ¡oh! Sorpresa, “Romeo de pacotilla”, me dije; era yo la viva imagen de el Doctor Chapatín, una inmensa bolsa de pan con media mugre dona de chocolate, no, no podía llegar así a ver a Licha, semejante tacaño $3.3333 entre dos es ridículo, ¿cómo llegué a pensar que eso sería romántico?

Avaro, sí, sería un avaro ante sus ojos, por lo que decidí comerme la media dona de chocolate y tirar la inmensa bolsa de papel a la basura.

https://laredaccion.com.mx/la-fauna-que-cae-del-cielo/akiles-boy/
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