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Es frecuente que los papás nos cuenten historias cuando somos niños, intentando darnos alguna enseñanza que, aunque nos repitan la historia varias veces, no siempre captamos el mensaje, sino hasta pasados algunos años. Cuando era pequeña, mi papá me contó varias veces la historia de una joven campesina que consiguió un contenedor de leche para vender y así podría iniciar un gran negocio.

Justo ahora viene a mi mente la lección de esa campesina, afortunadamente  no por una situación personal, pero sí de alguien cercano.

La campesina

En resumen, la historia era acerca de una jovencita que pidió prestado un recipiente con leche para venderlo en el pueblo vecino.  Mientras caminaba llevando el contenedor de leche sobre su cabeza, fue planeando el gran negocio de su vida.

Sabía que al vender la leche que llevaba, podría comprar otro recipiente y entonces vender el doble de leche, y así iría multiplicando sus ventas hasta que llegara el momento de comprar una vaca para producir más leche, y luego otra y otra más, y así seguiría hasta tener todo un emporio de la producción de lácteos.

El plan de la campesina era perfecto.  Iba tan concentrada en su proyecto, que no advirtió una piedra que la hizo tropezar y termino en el suelo, junto con el contenedor de leche y toda ésta derramada… También tirado en el suelo quedó su plan pues ya no tenía más leche para vender.

Lo más triste de esto fue que, además de quedarse sin el producto que iba a vender, ahora tenía una deuda que no sabía cómo podría resolver.  Recordemos que había pedido prestado el contenedor con leche para vender.

La pizzería

Hoy, platicando con un amigo, vino esta historia a mi mente, pues le pasó algo similar.

Este amigo consiguió un crédito personal para iniciar lo que pensó que seria un gran negocio de pizzas.

Rentó un local con un contrato obligatorio de un año, compró hornos, charolas, mesas, sillas, materias primas, ingredientes y todos los elementos necesarios para comenzar.

Justo cuando iba a empezar, la pandemia obligó a los comerciantes a cerrar sus locales… Mi amigo no pudo siquiera inaugurar.

Perdió todos los ingredientes, tenía el compromiso de la renta del local, nadie estaba interesado en comprarle los hornos ni las mesas ni ningún material.

Y por si todo esto fuera poco, tenía que realizar el pago del crédito personal, el cual, por los intereses generales, se convirtió en una deuda que aumentó de una manera descomunal.

La lección

Al preguntarle a mi amigo qué le había dejado está difícil experiencia, además de la terrible deuda, él respondió sin dudar:

Cuando quieras iniciar un negocio, sobretodo cuando tengas que recurrir a solicitar un crédito, ten siempre un plan estructurado y además ten un plan “b”.

Es bueno soñar en grande y tratar de alcanzar las estrellas, pero sin perder de vista la realidad.

Y muy importante: Ten un respaldo económico antes de emprender.

Sácalo del clóset
Sorpresa en los clavados sincronizados de la plataforma 10 metros

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