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Pues bien, dirigida por Oz Perkins (The blackcoat´s daughter, 2015. I am the pretty thing that lives in the house, 2016), sí el hijo del mismísimo Norman Bates (Anthony Perkins). No, no me equivoqué con el título. No es Hansel & Gretel, es Gretel & Hansel. Aunque ha tenido ciertas repercusiones en algunos cinéfilos. Parece retomar la idea del empoderamiento femenino, pero no es así. Ya que, como sucede en varias películas, el personaje que se menciona primero es el que lleva el hilo conductor de la historia.

El intercambio de nombres nos ofrece la historia desde la perspectiva de Gretel y lo une, de manera interesante, con el clásico antagónico de esta historia: la bruja, quien de hecho es otra mujer.

Con elementos folclóricos, se hace una especie de debate que señala el abandono, o el abuso de las figuras masculinas, pero que nunca sentencia. Jamás se inclina por un lado de la balanza, aunque muchos afirmen que sí.

Gretel & Hansel aunque pertenece directa o indirectamente a este nuevo tipo de cine que se dedica a exaltar la imagen de la mujer en la cultura popular, resulta un experimento bastante atrayente. Apuesta por crear un argumento sólido, o hasta un micro universo dentro del folk horror para abrir una nueva vertiente en las adaptaciones de los cuentos de hadas.

Y aunque muchos vayan a decirme que estoy loco porque Gretel & Hansel no se esfuerza en crear un miedo o un suspenso potente como otras tantas películas, déjenme decirles que están completamente equivocados. Es toda una oda al cine de terror.

La película, para empezar, no pretende formar parte de la tendencia efectista del terror actual. Más bien, como buen folk horror recurre a la magia de lo infantil, y retuerce el cuento para niños a un punto en que la inocencia sea transgredida y quede irreconocible.

Y es bastante obvio que Perkins se ha visto influenciado por el camino que han seguido otros cineastas como Robert Eggers o Ari Aster. Porque mucho en la atmósfera de su película, recurre a los extraños bosques que vimos en The Witch (2015) para generar ese miedo mágico de los mitos europeos sobre brujas; hasta se inclina en los ritos o creencias neopaganas como en Midsommar (2019), repleta de simbolismos y leyendas, para construir otro tipo de cuento retorcido.  

No hay screamers, esto es terror contemplativo. Un terror mágico que funciona y te incita a descubrir una serie de elementos escondidos pese a que todos creemos, a sabiendas de la clásica historia dentro de la literatura universal, cómo es que todo esto va a terminar. Pero, aun así, pese al imaginario colectivo, se las ingenia bastante bien para sorprendernos.

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Carta a Rebeca.
Superando un duelo

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