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Esta historia data del antigua Japón en épocas medievales, la cual nos describe que el destino de los seres humanos fue tejido con un hilo rojo por los dioses, los cuales ataron a cada ser humano un hilo rojo en el dedo meñique para que no se olvidaran de su origen y así se fueran ayudando unos a otros.

Lógicamente el ser humano se va perdiendo entre sus vivencias, experiencias, pecados y va olvidando la existencia de ese hilo el cual se va volviendo invisible a la vista del humano pero jamás a los ojos del destino, el cual le llevará en algún momento al lugar y tiempo exacto donde debes cruzarte en el camino de alguien porque te necesita o lo necesitas.

También se le conoce como el hilo del destino que se ajustará para darte idea del dónde, el cómo y el cuándo de algún suceso que debe llevarse a cabo entre dos o más personas.

El lazo que une a los enamorados que han de encontrase vida tras vida, aquellos que tienen una cuenta pendiente y deben saldarla a través de un acto de bondad de uno para el otro, cada uno de nosotros cumpliendo el destino que nos corresponde al intervenir de un manera o u otra en la vida de alguna persona que está en espera de nuestra llegada aun sin saberlo.

No importa el lugar dónde te encuentres, la edad que tengas, o tus creencias, el destino ha sido escrito y ser cumplido en el momento exacto. Al observar la simpleza de esta teoría nos damos cuenta  que esa simpleza es como hace que su función de manera más eficaz, al ir conectando puntos entre lugares, personas, tiempos y distancias. Cada paso que damos,  cada pensamiento, decisión nos lleva a cumplir con el destino correspondiente que nos toca vivir,

Suena bien
El viaje de Anaí por el mundo de las letras

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