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El ser humano desde sus inicios tiene miedo, miedo a la oscuridad en aquellas noches de principios del tiempo cuando por no poder ver claramente, no podía explicar lo que había más allá de sus débiles sentidos. Desde ese momento le surge el miedo a lo desconocido, a lo que hay donde la comprensión no alcanza a entender.

El horror o terror como mejor se le conoce al género en América latina nace de la misma necesidad que se tiene de explicar esos fenómenos inentendibles, pero tan tangibles en la mente de nuestros congéneres. Fenómenos tan recurrentes que se nos hacen una normalidad en países como México con nuestros muertos que celebramos año con año y esa constante burla hacia todo y todos incluyendo a la misma muerte.

Cuentos de sucesos sobrenaturales como fantasmas, vampiros y demás monstruos salidos de lo más recóndito de la psique humana, pero de igual forma cuentos de asesinos, psicópatas y un sinfín de personajes que pueden muy bien ser ese humano que camina sin nosotros saberlo a nuestro lado tan campante como cualquiera.

También es importante destacar lo que nos separa del horror en otras partes del mundo como el famoso realismo mágico que a pesar de no haber sido acuñado propiamente en Latinoamérica, si se desarrolla de manera enorme en estas latitudes hasta el punto de ser adoptado como propio de nuestra cultura dado el sentido de tomar lo mágico como algo natural dentro de la realidad que se vive día a día en nuestras costumbres ya de por sí tan llenas de ese misticismo que nos envuelve dentro de lo cotidiano.

 Entre sus exponentes más reconocidos podemos contar a Juan Rulfo con su “Pedro Páramo” la cual es considerada como una de las obras en español más importantes, ha sido traducida a casi 30 idiomas e incluso ha llegado a ser calificada como una de las mejores novelas en español. Cuando Juan Preciado decide ir a Comala para buscar a su padre Pedro Páramo, se da cuenta que las cosas en ese pueblito casi abandonado podrían ser mucho más aterradoras que enfrentar al hombre que le había dado la vida. Mientras más se adentra en Comala descubre personas que le ayudan y cuentan su historia. Escritores como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Jorge Luis Borges han expresado el gran atino de Rulfo con su ópera prima.

 Carlos Fuentes con “Aura” novela con la que ganó el premio Cervantes, perteneciente al boom latinoamericano en el que los escritores de la región fueron reconocidos por el resto del mundo. Donde Felipe Montero llega a Donceles 815 para trabajar en la traducción de unos textos para Consuelo Llorente. Es un trabajo con una paga extraordinaria, el que siempre soñó. Solamente existe una condición: Felipe debe mudarse al hogar de la anciana. De pronto, el joven descubre a una bella mujer que también habita ahí; desde ese momento, su vida cambia.

Este tipo de narrativa incluso llega a influenciar a autores no latinos como Bruno Traven Con su novela “Macario” donde un personaje humilde tiene un deseo ferviente de comerse un pavo él solo y al cumplírsele también obtiene poderes sobre la vida y la muerte viviendo aventuras fuera de lo ordinario.

También cabe mencionar a otros autores más recientes como Laura Esquivel con “Como agua para chocolate” donde nos presenta la gastronomía mexicana como pretexto para reseñar la época de la revolución y sus costumbres dentro de las relaciones familiares e interpersonales impregnado todo de un realismo mágico con sabor a chocolate.

Y qué decir de Isabel Allende con “La casa de los espíritus” donde se nos presenta la historia de una familia a través de cuatro generaciones, enmarcada en el desarrollo histórico de la dictadura chilena y la naturaleza mágica de las protagonistas.

Dentro de los autores famosos por su narrativa de horror y sus cuentos podemos mencionar a Horacio Quiroga y su cuento “El almohadón de plumas” que cuenta la historia de una joven pareja que recién acaba de casarse; sin embargo, la mujer cae enferma sin poder levantarse de su cama. El suceso es inexplicable ya que antes de que eso pasara todo marchaba bien. “El huésped” de Amparo Dávila que nos enseña el horror de tener un invitado a fuerza en su propia casa sin poder hacer nada al respecto y sin saber siquiera de qué tipo de invitado estamos hablando o de Rubén Darío y “Thanatopia”, cuyo protagonista se enfrenta a una madrastra cuya alma está condenada al vampirismo al igual que la de su padre quien debido a su amor ciego no sabe o no quiere aceptar esta situación.

También tenemos a escritores que tal vez no sean tan populares, pero prometen sobresalir en esta marea que nos arrastra sin cesar de un lado al otro dejándonos a veces del lado de los lectores entusiastas y ávidos de buenas historias y otras tantas nos aleja de ellos depositándonos en el abandono literario. Como ejemplo claro tenemos a Ana María Vázquez con su libro “Pan de muerto” que nos entrega una historia llena de necrofilia y amor una vez más con la celebración de día de muertos como marco y por último y sin afán de presumir los autores de libros con quienes he participado en algunas antologías del género que nos atañe con títulos como “Necrópolia”, libro de editorial independiente compilado por Lourdes Castañón o “Palabras en la niebla” de la editorial española Verbum.

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