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Hace unos años, la Real Academia de la Lengua Española dio a conocer su postura institucional sobre el denominado “lenguaje de género”. En pocas palabras, consideró que es innecesario feminizar algunas palabras para presuntamente evitar con ellos el sexismo, el “ocultamiento de las mujeres” y descartó que el idioma español sea discriminatorio.  
Al respecto, y con el riesgo de ser vapuleado por quienes utilizan y defienden el lenguaje de género, va mi opinión personal mediante una décima espinela:

LENGUAJE DE GÉNERO

Yo le aplaudo a la Academia

porque tiene la razón

y respaldo su opinión

en contra de una epidemia.

Aunque les suene a blasfemia:

no hay sexismo en el lenguaje,

sólo existe en el bagaje

de quien el tema inventó:

escribir con a y con o

es, a veces, un ultraje.

Independientemente de mi opinión, me sorprende que a pesar de la amplia difusión de ese lenguaje (en buena medida por ser algo políticamente correcto,  establecido incluso como una práctica oficial desde el gobierno de Vicente Fox) hay casos en que no es utilizado a pesar de que claramente sería aplicable a términos como los siguientes:

  • médico (no se dice “la médica”)
  • músico (no se habla de una mujer música)
  • agenta
  • cantanta
  • estudianta
  • dibujanta
  • vigilanta
  • dirigenta
  • comercianta
  • asaltanta
  • siquiatro
  • pediatro
  • geriatro
  • combatienta
  • traficanta
  • insurgenta
  • caba (en el ejército)
  • remitenta
  • marchanta
  • firmanta

En lo personal estoy en contra de los términos modificados por el lenguaje de género (me da escalofrío oír “la jueza”, como si hubiese un “juezo”) y considero innecesario escribir y decir “las y los diputados”, “las presidentas y los presidentes municipales”, “las niñas y los niños”, debido a que es redundante y va contra la denominada “economía de palabras”, que es la tendencia natural del lenguaje hacia el acortamiento de las expresiones, como se comprueba fácilmente si aceptamos que todos solemos decir y escribir el “refri” (en lugar del refrigerador); “mándame un Whats”;  “subirlo al Face”; “dame tu cel”; “estudié en el Poli”; “vamos al DF” (aunque ahora le cambiaron el nombre a la ciudad); “nos vemos mañana en el Bacho”  (en vez del Colegio de Bachilleres); “te veo en el Tec”, “el primer coche que manejé fue un Vocho”, “prende el clima” (en lugar del aire acondicionado).

Además, me sorprende que no se utilice el lenguaje de género para expresiones que tienen un sentido social negativo, como “las y los secuestradores”, “las asesinas y los asesinos”, “las traficantas”, “las y los políticos corruptos”, “las defraudadoras y los defraudadores”, “las y los funcionarios aviadores”.

Me parece que esta falta de congruencia se debe a que el uso de este tipo de lenguaje no es un tema lingüístico, sino algo políticamente correcto.

Empleados felices, instituciones sanas y productivas
Somos víctimas o victimarios del bullying

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